Primer libro del año 2019 que acabo y todavía ni se acaba el mes.
Espero y sea buen augurio. Fernando Aramburu es el segundo vasco con el que me topo porqué extraño esa narrativa vasca que narra lo que pasó en la dictadura franquista de reciente para acá. Pío Baroja y Nessi o Miguel de Unamuno no cuentan porque esos autores son de otra epóca. La narrativa vasca tiene estragos de memoria y hay necesidad de contar a casi secretos y divulgada entre chistes, bromas, parodias, estilos de escritura creativos que rompen esquemas textuales y el todavía anonimato que esconde el temor al fantasma del franquismo amén de ETA. El libro lo compré el el Sanborn’s de Tijuana en diciembre del 2018. De hecho lo empecé a leer en la casa de Irma, mi cuñada, esposa de Carlingas aka el Pantallas, hojeándolo a cuentas por las mañanas mientras esperaba a que se despertarán los demás de la casa. Como dije, tenía ganas y el libro me echó el ojo mientras buscaba que leer. Me llamó la atención la portada del sirimiri, y me trajo recuerdos de mi estancia en Bilbao, jode,como extraño el País Vasco. A ser franca verdad es un libro medio maltratado, si usted se fija, fijará su mirada a una esquina del libro en la foto. Es una esquina maltratada porque quise que Polly, una Cacatua en la casa de los Ibarra muy de la familia, le dio una maltratada a mi pedir que no es una cosa fácil a decir. Y habrá de decir que hasta un descuido de mi parte sufrió ya que café le cayó por descuido mio. Bueno, ni tanto lo mio ya que las fuerzas del vagón del tren que suele llevarme a mi trabajo tuvo alguna fuerza mayor en ese percance pormenor que raya casi en lo cotidiano.
Fernando Aramburu tiene buena mano para escribir, bueno, así dicen de los peluqueros, ¿porqué no de los escritores? Me enfrascó y la forma literaria, la estructura de la narración textual del libro te saca de ese hipnotismo que una buena lectura acostumbra a secuestrar al lector incauto. Y aunque la distracción es entretenida, la estructura tiene como fin hacerle a uno cómplice o actor de la formación de la novela, narrativa, ya que uno lee lo que el informante (omnisciente) le dice al supuesto ”ghost writer” como se les conoce a los autores que escriben para otros lo que habrá de escribirse o no. La torpeza, bueno, a qué se debe, uno nunca sabrá a ciencia cierta. Lo que quizá sí importa son los olores y vaya que aquí los hay.
Aparte de los malos olores que cunden a diestra y siniestra por todos lares como si el informante que le narra y guía al ghost writer de la novela pudiese tener ese don del olfato que vuela a distancias y tiempos hay emociones que no son tan manifiestas, como la de la felicidad. Aquí la alegría es parca, mocha como se diría en mi tierra, no existe y cuando lo expresa es para dar lugar a una miseria u otra. De hecho, creo que las historias del franquismo están ya escritas porque nadie era feliz con ese perro del demonio. Y vaya que uno lo siente al llegar a cualesquier parte de España, la alegría es una cosa que se vende al turista, los habitantes de la España actual son aún prisioneros del caudillo, les ha robado la felicidad por años a venir y los españoles si apenas están así como abriendo ojitos a ellos. En muchas partes de Europa son medio infelices pero se debe mucho al clima, y anque en España el sol brilla en El País Vasco se reserva a unos meses, cosa que yo noté en Bilbao.
El tomo me gustó mucho y el hecho de que me lo haya devorado en menos de un mes dice ya mucho, la historia es narrada desde una perspectiva infantil vista desde los ojos de un anciano y el cual dicta lo que se debe o no pensar sobre lo dicho, tiene humor, y muchas verdades de las cuales uno podría darle cabida y solo así se podría creerles porque el miedo, ese miedo de un estado fascista, lo pinta tan bien que sientes que se te penetra hasta la carne misma, buena labor, buena lid.