El tren a N no fue de los usuales, por alguna razón los trenes están más limpios por estos días más de lo usual. Aún así me cautivó un pequeño detalle. Debajo del asiento enfrente de mi colgaba un pelo con un una borra que columpiaba al son del transito del tren sobre los rieles helados de estas temporadas. Una borra es lo que se conoce como un dustbunny en inglés y en noruego husstí¸v y en mi barrio basurita. Acá de estos lares la basurita tiende a ser un tanto más fina, no como la nuestra de América que tiende a ser más polvo y granosa, no, acá el polvo se colectivisa y se agremia como una bolita de algodón y en espera de la pizca. Tiende a ser gris y fea y más de los usual se usa una aspiradora para deshacerse de ella. A diferencia de ello, la que colgaba de un pelo y se movía al son del tren al paso del tramo rumbo a N era negra y tenía claramente puntillas que la hacían aún más grotesca. Todo esto sale a razón porque la comparé con mi vida.
El pelo y la basurilla colgante existe por alguna razón y no existe hasta que alguien le presta atención. Yo le planté mis ojos. Al momento de plantearle mis ojos mis sentimientos cayeron en esa creación de la vida urbana que se mecía en esta travesía. Al igual uno pensaría que fácil es de deshacerse de una creación de esas que nadie más le pondría atención más que alguien que no tiene nada que hacer amén de estar bajo los efectos etílicos de un vino rojo. Creo que me vi en ese momento un tanto influenciado por la lectura que hago de un libro sobre la vida de Limonov. Creo que mis pensamientos recayeron en mi aquella pobreza en la que me vi crecer y en ese resentimiento que le tengo aún a mi país por no brindarme las oportunidades de poder lograrme lo que hoy soy en mi propio país.