Yonder Lies It

tempus fugit xviii

Mayo 22 2016. La bolsa de papel en donde echo lo que hay que reciclar es de la tienda donde suelo hacer mis compras. A veces salen defectuosas y se les rompe una manga y se pone de pelos la cosa, pues habrá que abrazar la bolsa para que no se tiren las cosas al suelo. Y yo voy a la larga si es que no bicicleteo a la tienda de ví­veres del pueblillo. Una de esas desventajas que se acarrea uno porque uno nunca aprendió a manejar carro. En fin, esta mañana decidí­ ir a reciclar y ahí­ iba la bolsa conmigo, que no defectuosa para aclarar, y de mi apartamento al sitio de reciclaje no hay muchos pasos pero los suficientes para poder disfrutar de los ruidos del pueblo. Era de mañana y luego domingo. Crucé por el césped y ya se podí­a oí­r el canto de un zorzal a todo lo que daba y me imagine que anda en friega buscando pareja aunque dudé si así­ lo fuese porque se siente ya tarde eso. No habí­a carros y pude cruzar la carretera sin problemas pero no sin percatarme de que las campanas de la iglesia sueca estaban sonando. Serí­anse si las 9 ó 10 de la mañana y sabí­a de antemano porqué sonaban, uno de esos privilegios que se gozan al caminar por estas tierras si es que uno a vivido largo ya por estos lares. Eran campanadas para anunciar la muerte de alguien mejor conocido en español como el doblar de las campanas. El tañer de las campanas será lo último que el pueblo sepa de esta persona porque ya mañana la vida sigue menos para los que sufren la perdida pues. Sonó un buen rato y de repente las campanas sonaron bien fuerte para después dejar el espacio del pueblo a seguir su rutina. El plástico al plástico y el cartón al cartón, las botellas oscuras al de las oscuras y las blancas al de las blancas pero siempre me molesta lo de los corchos de las botellas de vino, nunca sé a dónde van y las tiro en cualquier contenedor no sin sentirme un poco mal de mi acción ilí­cita. No sé cómo le hacen los que de repente van y dejan un cochinero alrededor de los contenedores. A veces de curiosidad me asomo a mirar qué tiran y si son cosas de reciclaje las tiro donde deben pero no siempre.

El dí­a ya más tarde me ofreció uno de esos lujos que anhelo tanto y desde que le cambiamos las ventanas al inmueble donde vivo no puedo disfrutar de ello. Las ventanas del inmueble se cambiaron hace mucho, dos años o tres, no sé pero recuerdo las viejas. Eran de los 50’s y si lee uno la publicidad de ellas eran lo último porque uno podí­a hacerlas girar para limpiarlas bien. A los años dejaban pasar todo lo que pasaba afuera y se escuchaba muy bien todo. A la gente, sin embargo, le molestaba que a principios de la primavera las gaviotas de tierra adentro empezaran con su chilladero. Suelen llegar un poco antes de que la nieve se derrita y uno puede observar todo el show del cortejeo cuando se aparean. Suelen ser abusivos con los otros pájaros pero he visto como las zorzas no se dejan. Y gritan o chillan y se escucha como si estuviese la mar cercas. El deleite de escuchar eso es cuando el viento juega con el ramaje de los abedules porque las hojas del abedul son hojas romboidales, alternas y dentadas en el borde y gruesas que ya meciéndose suenan como si la mar estuviere ahí­, y las olas acariciando la arena, justo así­ y yo por esos segundos me siento en casa.


Publicerat

i

av

Etiketter: