Ya no hace frí­o

Es dos de Junio y llueve. Ha habido llovizna prácticamente todo el dí­a. Salgo a la calle a comprar ví­veres. Saco mi bicicleta. Es Negra. No tengo otro tipo de transporte. Nunca he aprendido a manejar un vehí­culo motorizado. Nunca me ha llamado la atención. Aún así­ me causa pena pedalear hacia la tienda y me cuesta trabajo sacar los argumentos a favor de bicicletear. Son varios, como por ejemplo, el consuelo de que los dinamarqueses bicicletean por todos lados en Copenhagen. O aquel de que por lo menos no contamino el medio ambiente, aún así­, siento el nudo de la vergíüenza en mi estómago, deberí­a, corre a contracorriente de la sensatez, saber manejar, tener un vehí­culo. Pero, bicicleteo a la tienda. Me puse una chamarra Fjí¤llrí¤ven. Naranja, a prueba de estas temporadas, mojadas, con vientos y fuertes. Un impermeable nice. Pero no hací­a frí­o. Lo digo porque a pesar de que soplaba bien y bonito el aire no se sentí­a penetrar las manos secas y descuartizadas de mi cuerpo. Las mismas manos que unto con aceite de oliva para hacerlas más húmedas. Es ya claro y seguro que la calor esta para quedarse, aun así­ sea que llueve, y está gris, mi color preferido de reciente para acá. Y con calor digo más bien tibio, ya que los huesos no se quejan aunque quien sabe si sea el trago de tequila que me chingué en la biblioteca el cual me hace olvidarme de él.

En camino a la tienda, los charcos de agua acumulaban el polen de los arboles del vecindario. Pedaleaba con cautela ya que llevaba en un cesto algunos botes de aluminio para reciclarlos y ganarme unas cuantas coronas suecas que uso como descuento al pagar la cuenta de lo que compro. Ver las calles mojadas siempre me da un poco de nostalgia. Empiezo a romantizar todo a mi alrededor. Y voy pensando en qué escribir, o escribir lo que voy pensando. Es un enfrascadero de pocas.

Eso de andar en bicicleta por doquier es muy europeo. Es nada más de ver series como X-Company. La bicicleta te da ese dejo de una vida simple, nada más lejos de ello. Y mucho más en un pueblo que valora tener un vehí­culo motorizado. Aquí­ se trata de enseñar de que tienes dinero mediante un buen vehí­culo que cueste lo mismo que una vivienda. Por lo tanto, yo ya me saco las canas. Se va acercando el tostón. Hago todo lo que puedo para no dejar que mi linda cabellera no se blanqueé. Así­ que compro ví­veres basados en lo que creo ayuda a contra arrestar el paso del blanqueo. Ajos, por ejemplo. Dizque eso ayuda. No sé, pero lo hago, vaya vanidad.

Las canas. Que rollo. Recuerdo sacarle las canas a la abuela Julia. Sacar canas en Suecia, me percato, es un asunto como en cualquier otro paí­s, aunque aquí­ algunos demuestran mandar todo a la chingada mediante la protesta de dejar que el blanqueo siga su curso, usan las canas como bandera de abandono a la vanidad. Bien para ellos, pero no se mira bien. I pluck mine. There, I said it.

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