Caminando las calles de Estocolmo de nuevo. Es un tanto refrescante como todo lo que hago. Y lo es. Aunque es invierno tengo la suerte de que gozamos buenas temperaturas. Me encuentro dentro del Yacht Mí¤lardrottningen. Se situa en Riddarholmen y el silencio, esa cualidad sueca, se interrumpe de en vez cuando por el paso del Metro estocolmiano. Estoy rendido y hay muchas impresiones que regurgitar, como los pájaritos. En camino venía con pesadillas de que si si hundiese el yacht, qué haría y eso. Y el regurgitar de las memorias, el infierno que acosa cada paso. Y el alcohol. Como eso fue lo que me trajo aquí. Es bonito caminar las calles de Estocolmo. Parece mentira llamar esta capital mi ciudad. Pero no lo es. Es mía. Y recuerdo. Camino lo que caminé y reveo lo viejo con ojos nuevos. Tantas cosas por ver. Tanta historia.
Caminando las calles me sentí afortunado. Estocolmo, Amsterdam, Roma y pronto Madrid. Y eso que el año es joven. Fui a mi Alma Mater. Que divertido. Me reinscribí en la biblioteca y tomé prestado un tomo de la universidad. Me encontré con una jainita. Tantas cosas.
Y eso. A ver qué.