Estoy convencido de muchas cosas pero menos de esto de escribir. Le he perdido la fe. Hace mucho que no escribo como esos anteayeres en que la palabra era un acto divino. Divino porque podía transportar un momento de vida a cierta hora, día, semana a un minuto, segundo y experiencia a otro momento en la historia. Time mover, shifter, and checker.
No me digas cómo lo logré. Solo sé que lo pude en su tiempo. Observaba un momento, lo llenaba de palabras románticas y lo transportaba a otro sitio con una hora diferente, con tiempo de detallar lo que se vio, como si tuviese un vhs para hacerle forward or backwards a mis anchas. Y escribía.
Después, ya no supe hacerle. El Now me mató. O yo le maté. Uno de los dos nos dimos quiebre.
Lo que queda es un espacio lleno de silencio a medias y un mil decires sin sentido que no hay psiquiatra que logre descifrar lo que no digo con las letras que nunca plasmé en la pantalla de plasma enfrente de mi.
Regreso a medias ganas por leyendas que leo en un aparato cuyo cupo en mi mano es cuestionable. My Samsung GT-i9100 drains the flow inmy veins. Alas! I read holding my hands upwards towards the ceilng. Me dice a voces secretas y con letras que a penas reconozco: escribe.
Estas palabrerías. Como las venas verdes que corren por las carnes de mis huesos. Parecen interminables. A pesar de su fragilidad.
Todos los días las vemos y un día las ignoramos. Hasta que nos damos cuenta que transportan.
O las palabras parecen hacerlo. Me siento engañado.
O vivo una vida llena de engaños. Que sería lo más lógico.
Como el poema del árbol
Aquella fuerza de la naturaleza. Como esa fuerza de desear algo ahora en este instante. Muy Vodoo what not.
Esa tinta de un deseo indebible.
Para remorerar habrá que remontar a un pasado como las experiencias de un adolescente.