Este paí­s de ideologí­as

 El vencedor es el polí­tico populista enfurecido, sin ningún proyecto, sin ninguna visión de futuro. Además es consciente de que a sus electores ya no les importa [nada]. Adam KrzemiÅ„ski

Feminismo

Tengo rato que estoy desilusionado con el feminismo sueco. Mientras que en este paí­s son admirables los logros que se han hecho en todos los niveles de la sociedad, el feminismo sueco dista mucho de ser solidario con sus correligionarios internacionales. Lo que más molesta es que no quieren desviar la mirada a otros paí­ses de una manera más pública, y no ya como autoridades morales que son en el tema; mucho menos si se trata de paí­ses que aún no llegan ni a la mitad de lo que las suecas han logrado. En Suecia, el feminismo no me interesa principalmente porque se pelean por cuestiones, sino irrelevantes, lejos del radar tercermundista para la comunidad internacional. Aquí­ se pelean por salarios que ni se sueñan aún en paí­ses en donde las mujeres aún cuentan sus salarios con un cero a la izquierda mientras que Suecia se pelean por varios ceros a la izquierda. Muchos más ceros. Comprendo que el feminismo quiere igualdad entre géneros inclusive en cuestiones de salarios pero a veces estos movimientos en Suecia se tornan totalmente agresivos y violentos en su lenguaje al querer lograr sus metas. Y está bien que en cada presupuesto se escuche la voz femenina, como cuando se escuchan las prioridades que los presupuestos de las ciudades cuyo enfoque para librar las calles de nieve acumulada durante los inviernos no sean presupuestos solamente para darle prioridad a las profesiones dominadas por los hombres. Esos presupuestos para limpiar las calles de nieve excesiva también tienen que canalizarse para las áreas que las profesiones que las mujeres ejercen tengan igual de transito y accesibilidad como las profesiones masculinas.   No exagero al decir que existe una cultura de odio y rencor hacia el hombre en este paí­s nórdico para fines propagandí­sticos y nadie dice pí­o al respecto y los pocos que dicen algo son callados por el establishment impregnado por la ideologí­a feminista de ultra derecha que no tolera ser cuestionada en su paso hacia la igualdad de géneros (¡!). Y es ahí­ donde me pierden, sí­, el hombre ha sido una vil bestia que no comprende a las mujeres pero eso ya no es el caso en un paí­s que no permite que una Santa Lucia sea hombre y las instituciones que han hecho posible la represión de la mujer en todos sus niveles actuales se han visto desmoronar una a una durante muchos años. Se podrí­a decir que el feminismo sueco se ha hecho egoí­sta y concentra todas sus fuerzas en el frente en donde más batallas ha ganado, en Suecia. Para mí­ es incomprensible que sus lideres no reaccionen a su mundo exterior y pienso que se encuentran totalmente, como dirí­a Gilbert Wrenn, culturalmente encapsuladas. No obstante, parece que algunas voces aparte de la mí­a, y lo que cuenta, en sueco, se están dando a escuchar, reclamarle a las suecas su poca solidaridad con el mundo exterior.

Kalle anka och pepparkaksgubbe o el principio de integridad molestada

Acá en Suecia están sufriendo los estragos de lo polí­ticamente correcto. Cuando arribé a Suecia dos cosas sobre este fenómeno social de odiarse entre las razas me impresionaron por la singularidad en que se manifestaban. Uno fue que la gente me sacaba lo diferente porque tengo pelo negro (me reí­a de la idea) y la otra era cómo el nazismo, hasta hoy en dí­a, forma parte de su educación para comprender la ideologí­a de la superioridad de las razas y no pasa dí­a en que Hitler se manifieste en las esferas públicas del ente sueco. Acá lo toman muy a pecho, como si fuese un elixir prohibido o una fuente de la cual no beber sus deleites porque es un mal a evitar. Muy protestante el rollo, ese de reprimir todo lo que cause alegrí­a. Lo que molesta es que se educa para recordar lo que se podrí­a ser no ya para evitar un mal sino para ver cuan grande es el poder del mal que posee el espí­ritu escandinavo. Esto tiende a producir una especie de tentación para muchos jóvenes que optan por escudarse tras esa vieja ideologí­a de la cual los europeos de todas nacionalidades no escapan. No pasa desapercibido por los jóvenes nórdicos que la proeza del 3er Reich se debió a que Adolf Hitler tení­a en mente la raza aria y al pensar en ella miraba al norte de Alemania: Suecia, Noruega, Dinamarca.

Por ende, lo polí­ticamente correcto. Los suecos se encuentran en que el mundo está en puerta y ya no hallan en dónde esconderse en la inocencia de su encapsulación cultural. Se creí­an mucho al estar tan lejos de otras culturas pero ahora ya nadie está tan lejos como uno [sí­, me incluyo] cree. Se sienten tan vulnerables que no pueden ver colores raciales en sus recreaciones culturales aunque una de las primordiales fuentes de inspiración cultural sean los EEUU. Un ejemplo de ello es una costumbre de vestir a los niños como hombre de jengibre. Este suele ser de color marrón y en un esfuerzo por no ofender sensibilidades entre habitantes de tez morena decidieron prohibir a los niños, esta navidad, de vestirse de hombre de jengibre. Otra reacción nefasta e insensible de los suecos de reciente acontecer es que lo que ellos llaman tradición de ver episodios viejos de Walt Disney durante Noche Buena y que figura al Pato Donald, producida en 1958 para conmemorar las fiestas navideñas, ha sido editada porque transmite viejos ideales que los suecos, en su arrogancia y moralidad superior de ser mejores que otros, no se toman el tiempo de ver y criticar. Para ellos, editar los estereotipos de razas en la cultura anglosajona nada tiene que ver con ellos y por ende, la única respuesta a ello es que esa asociación de estereotipos que se promueven en las oscuridades del subconsciente estadounidense, nada tiene que ver con la puridad moral del ente sueco. Que Walt Disney, por fin haya comprendido que las viejas producciones están tañidas de estereotipos raciales, no tiene porque afectarle a los suecos, es una tradición sueca ver el show entero, con estereotipos y todo y ya, punto y aparte. Por supuesto, tampoco comprendieron porqué habrí­a de cambiarle de nombre a un postre cuyo nombre era Bola Negra a Bola de Chocolate. En fin. Les duele que la gente meta las narices en donde no deben, al parecer, pues es una tradición ignorar patrones raciales que ya no tienen cupo en nuestro pensar hoy en dí­a.

El ideal de la bondad

Durante las fiestas navideñas los suecos se regodean de sus buenas bondades y el ideal de que todo en Suecia, como el ratón que ningún ruido produce, reina por doquier. Acá, el ideal de ser buena persona tiende a trascender todas las esferas sociales. Tiene que prevalecer el orden del bien y la bondad amén de reinar. Entre más se acerca la navidad, más bueno deberí­a de ser uno. Los medios de comunicación, prestos a la propaganda de la monarquí­a de la benevolencia, por naturaleza, se enfocan en las buenas virtudes a la que la gente aspira. El ideal es ser apacible y sin ningún mal que emane en tu ser o que manche las buenas intenciones que se le otorga al ente sueco durante las fechas decembrinas. Todos son gente de bien y nadie podrá erradicar la mansedumbre que ilumina el paso del sueco hacia las fiestas decembrinas. Algo así­ como cuando los católicos ingieren la hostia consagrada. Se creen santos, sin manchas, puros, como después de una buena confesión y quién sabe cuántos padresnuestros o avesmarias habra que decir, el chiste es que después del la uniata todos quedan más blancos que el Espí­ritu Santo mismo.

No hace falta hacer referencia a patrones culturales pero baste con decir que todo tipo de profesión se presta a este tipo de propaganda, inclusive la policí­a. Ellos salen en los medios sociales hoy en dí­a. Te cuentan sus historias personales de cómo han vivido terrores de gente tan vil y mala durante sus llamados durante las épocas navideñas que no tienen otra opción que desear que a otros no les pase lo mismo. Se comprende. En mi paí­s desean eso mismo. Policí­as que deseen un buen orden. Sin embargo, solo existen ojetes. Esos policí­as que solo piensan en el poco salario que les toca, y que sin pensar dos veces, voltean la cabeza al crimen porque el crimen les da para satisfacer las necesidades que el gobierno, que supuestamente les otorga el derecho de preservar un orden ficticio, simplemente no les brinda recursos para poder resguardar lo que en teorí­a se desea.

Pero venga, dejemos lo cáustico por un lado. La plebe se comporta como si cada uno de ellos fuesen los más buenos del planeta. Santaclós whatnot. O sea, aquí­ en este mundo terrenal escandinavo no existe Dios, ni Jesús. Solo Santa Clós. El quién tiene el don de repartir buenos regalos a la gente que ha sido buena. A pesar de la propaganda de la benevolencia, ocurren cosas malas. Lo paradójico es que se espera que la gente salga a flote como un resto de tsunami en otra costa lejos de donde se originó. Así­ como cuando uno confiesa sus pecados en el confesonario. Poncio Pilato llega a mente.

Todos participan en esta orgí­a de buenas voluntades o nos engañamos en ello. Queremos ser lo que nuestros medios propagandí­sticos nos quieren hacer creer. La aura imaginarí­a es una tradición imprescindible no ya porque así­ se ha hecho por muchos años sino porque se mantiene el orden de paz.

 

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