Hoy

Decidí­ ir al pueblo después de reciclar mi basura. Por estos lares tengo el hábito de pepinar mi basura. Los periódicos con los periódicos, el plástico con el plástico, las botellas negras con las negras y las blancas con, bueno, me entienden. Me molesta un poco ser tan organizado con mi basura y me molesta mucho mirar la basura debajo de mi lava-trastes. Veo que solo tiro basura biodegradable. Deberí­a de sortearla de manera que hubiere la posibilidad de ir un lugar especifico para ello, pero no, acaba en la basura que se utiliza para alimentar lo que aquí­ en Suecia se denomina como calefacción de distancia. Es toda una industria la basura y no entraré en detalles, baste con decir que la basura en los paí­ses nórdicos se utiliza para calefacción y se cobra dinero por ello aún así­ sea el consumidor que pepina la basura para su propia calefacción, en fin, de seguro mi razonamiento tendrá agujeros por ahí­. Decí­a, me molesta ser uno de esos que se toman el tiempo para reciclar pero a la misma vez me jacto de mis costumbres si otros no hacen lo que yo hago. Usualmente este tipo de comportamiento lo canalizo hacia otros inmigrantes que aún no se acostumbran a sortear la basura y viven su vida como si aún vivieren en sus paí­ses de mierda de tercer mundo, jode Julio, no seas pesado con el lenguaje. Y venga, que no es culpa de ellos ni tuya por sacar provecho para alzar tu ego, puto. Perdón, me reclamaba mi mal lenguaje.

Tení­a mucho pensando que a lo mejor sí­ hay algo que decir cuando parece que no hay nada que decir, aunque a ser verdad, retorno un poco más a las letras porque Hemingway me recordó que el que deja de observar deja de ser escritor, y no es que haya dejado de observar, venga, siempre lo hago pero desde hace mucho que esas observaciones solo han quedado en mi cabeza, y como dirí­a Family Guy, quedar solo con mis pensamientos entabla la lógica de la locura. Pues bien, decidí­ ir al pueblo, en mi soledad de siempre.

Lo bueno de estos lares es que uno se acostumbra a lo gris del dí­a. Yo ya le agarré sabor al gris y sin él no puedo vivir. Marca el sentimiento, el humor y todo lo que acontece a su alrededor se ve marcado por ello. Eso se percibe, en todo caso. Porque la verdad solo porque interpreto el dí­a como algo gris eso no quiere decir que así­ lo perciban todos los demás.

Vi el sol albo. Iba rumbo al pueblo por la carretera mayor cuyos caminos conducen al centro y vi al siempre admirable sol albo. El sol albo es un sol blanco. Creo que muy pocos les han brindado algún poema. Le quise tomar una foto pero casi nunca me salen como quisiera que me saliesen. Baste que muestre la foto siguiente de mis intenciones. Pensaba en muchas cosas y las cosas que no deberí­a de pensar porque desgastan la poca humanidad que me queda. No vale la pena estar triste, ni pensar en lo que me falta ni nada de eso, caminaba y así­ pensaba, miraba a la gente.

Mirar a la gente siempre deja sus huellas, pero ya ni me importa mucho que me miren. Y es que si dejo que me miren la testa esta conjuga un sinfin de alucinaciones que solo terminan en darme una mala impresión de lo que ni es, la falsa realidad que uno se construye en el camino de compras es causa de malestares interminables, así­ que he dejado de llevarme por mis propios pensamientos, mis vicios, esos son otros pelados.

Caminar solo en esta ciudad como fantasma sin que nadie te pele y dar gracias por ahí­ por esos que que te toman en cuenta vale lo mismo en oro. Dato curioso porque a ser verdad todos quieren ser vistos por estos lares y muy pocas veces quieren detenerse a saludarte o decirte palabras amables. Todo lo contrario, te esquivan como la peste así­ seas el más popular de todos. Suecia le dice a los inmigrantes, o turistas, que los suecos son un poco sensibles y taciturnos, que no se animan a hablar para no ofender etcétera pero a ser verdad eso es solo falta de cortesí­a. Digo, no vivimos en el siglo pasado ni mucho menos como para tomar como ley viejos preceptos de cómo es que es la gente. Y es que a ser francos los suecos son muy malos turistas pues exigen de otros paí­ses y hasta con creces lo que no practican en casa, o sea, un poco de cortesí­a amable. Pero venga, en un paí­s de sol albo, ¿qué se puede esperar? Y como yo siempre voy en contra del engranaje puesto que me voy a la cama temprano, duermo adecuadamente, y me levanto descansado, pues eso no les cuaja, acá habrá que estar de mal humor como todos los demás para encajar bien. Resisto ese tipo de adaptación muy a mi pesar puesto que la mayorí­a de las veces, el alegre yo, el descansado y feliz de la vida yo cae mal entre la pleble cansada del clima, el mal tiempo y las malas horas. Y no baste con ello puesto se me acusa de estar medio ebrio a veces, no que eso sea una mentira a medias sino más bien una verdad a medias, pero jode más de las veces no me levanto tan crudo como para no lograr llevar acabo mis deberes fuera de mis labores normales, jejeje.

Acabé pensando en México, y si voy, ¿a qué voy? ¿A qué regreso? Puras malas memorias y muchos malos recuerdos para acabar insatisfecho y con malas vibras. Yo ya no sé ni a qué paí­s pertenezco ni a donde iré en mi próximo futuro. No estoy joven como para empezar así­ del todo de nuevo. Y es que las costumbres estas suecas que me tienen encadenado a una mentalidad nórdica que no me deja mucho porvenir que digamos. Eso es lo que extraño de América, ese futuro que nunca se acaba. Acá en este paí­s nórdico todo tiene fecha de caducidad, inclusive mi edad, mi destino y lo que pueda lograr debido a mi edad.

En fin, el plan era limpiar la casa, lo he hecho. Quizá una de esas observaciones que tomo en cuenta es cómo es que nunca me han dejado las ganas de escribir. He dejado de escribir, pero las ganas siempre me han reclamado que no escriba, maña latosa sin duda alguna que admiro en mí­ y que amo con toda mi vida.

Pues se acerca el fin de año, y habrá que hacer cuentas muy pronto.

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