Lata

Los nuevos huéspedes quieren poseer toda mi constitución emocional. Desde hace varios años atrás llegaron como invitados sin anunciarse, de repente, estaban ahí­, dirigiendo la sinfoní­a de mis sentimientos que es mi vida. En vez de ser el dirigente, pasé a ser un instrumento del cuál se forma a modo, muchas veces fuera de mi consentimiento. Y sus ritmos no cuadran con lo que queda de mí­. Ellos prefieren la soledad, la tristeza, el incompletismo, y esas cuerdas afinadas en las oscuridades ajenas a mi voluntad, tornan lo poco cuerdo que me queda en una existencia sin ánimos ni ganas, quisiera ser una sordo para no oí­r sus tonos, pero sus vibraciones trascienden todo mi cuerpo.

Hay muchas formas de acabar con la sutileza con la que se mueven esos movimientos y repertorios. Una es forzar sonrisas, muecas de alegrí­a y cesa por unos momentos, el agudo eco de sus sintoní­as en mi estomago.

 

 

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