Abiectus

Texto ambigíüo: Un sueco calla o Un tigre sueco.

Uno de esos fenómenos suecos que nunca deja de nutrir el diario devenir de mi existencia en Suecia es la sumisión a la que los suecos de todos los estratos sociales se someten sin respingar mucho.

Todos esperan su turno para respingar y en el mientras tanto el reposo de la frustración encuentra su mejor abono. Aquí­ todo mundo calla. No es por ende raro que desde la II Guerra Mundial, en Suecia, uno de los iconos más emblemáticos del sueco sea un póster de propaganda que alienta a los suecos a no hablar con los extranjeros. Su uso insinúa tener cautela al hablar con extranjeros. Nótese que el icono es tan popular que se ha visto obligado ejercer Derechos Reservados o darle estatus de Marca Registrada.

Hoy en dí­a, la inculcación adquiere diferentes tintes y los suecos, a pesar de que se autocalifican como tí­midos la verdad es que no les gusta hablar mucho con extranjeros. Así­ que hablar es casi un pecado mortal acá, no es que no hablen, sino que callan más de lo debido. De hecho una de las formas más comunes y practicas que los suecos utilizan los unos con los otros es intimidarse los unos a los otros hasta el silencio, tiga ihjí¤l es la frase que utilizan para describir este fenómeno. Tiga Ihjí¤l es un fenómeno cuya función primordial es en hacer callar a las personas hasta la muerte. La gente simplemente deja de hablarte, te hace la vida de cuadritos mediante un trato que incluye entre otros, tratarte como el aire, ignorarte lo más posible, dejar de verte como persona, excluyéndote de sus actividades y hacerte ver con todo lo posible a su disposición, que el que tiene la culpa de todo lo que te pasa a tí­ es por culpa propia, de hecho, son especialistas en ello. A eso ellos le llaman ser sueco, o como bien reza el dicho castellano, hacerse el sueco.

Pero quizá lo más bizarro de todo esto es la involuntaria reacción que procrea, la sumisión. Y es que los suecos parecen ser sumisos y algunos sí­ los son, o quizá la gran parte de ellos. Acá es fácil de que te intimiden en el trabajo, en la escuela y hasta en la calle. Respingar rara vez ayuda y existe todo un aparato burocrático que ayuda a las personas que han sido intimidades.

A pesar de que los suecos se consideran muy democráticos en sus procederes, la verdad es que no saben cómo reaccionar ante las crí­ticas que les dan a veces, lo que hace que toda í­ndole de venganzas personales afloren como Diente de León por los campos fértiles del odio. La crí­tica tiene que tener orden y su lugar amén de tiempo, todo fuera de ello se considera una ofensa.

En lo personal he vivido varias ocasiones en que no he cuidado mi boca y las consecuencias no se han hecho esperar, quizá esto serí­a cosa menor en una ciudad grande pero como vivo en un pueblo pequeño todo el aparato que he descrito anteriormente lo he sentido en carne propia. Aquí­ la gente no se tienta el corazón para hacer ejercer la ley del pueblo, a su manera. Se puede comparar a las viejas usanzas de la gente que basa su vida personal en la biblia o el corán. Aquí­ la única diferencia es que el castigo es invisible y difí­cil de pormenorizar para que la gente vea con hechos en la mano lo que todo un pueblo le inflige a un ser humano mediante las practicas antes mencionadas. Lo curioso es que en mi adaptación a Suecia, mi integración a Suecia a llevado acabo a someterme a esta practica del silencio, no hablo de más, guardo silencio ante todo y prefiero no ser visto. Me imagino ser el cobarde de la pelí­cula, el que no se entrometerí­a así­ los gritos fuesen de auxilio.

Realmente me gustarí­a que la gente fuere más respingona pero la verdad es que el sueco es sumiso lo que hace que  los que son más fuertes y no le tienen miedo al criticismo porque saben abrir el hocico justo al debido tiempo pues abusan de su poder para infligir la ley del campo. Y eso hace que el sueco le tenga miedo a muchas cosas.




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