Seamos francos, a los 44 ya debería de estar contemplando un buen lugar en donde despojarme de mis garras terrenales, pero no es así, cada día que pasa veo que el terreno de los cuarenta es como regresar al mundo de los prenatales que ni idea tienen de lo que esta por venir. Y es que a los 44 en este terráqueo que habitamos contrae una serie de emociones encontradas que no deja más que para la depresión. A la misma vez llevo batallando mucho cómo es que un señor, que no Don, de 44 debería de comportarse, o sea, las convenciones sociales que dictan cómo es que un persona mayor como yo supuestamente lo soy, debería de comportarse, cosa que al parecer solo logro hacer todo lo contrario de lo que uno debería de ser en estos altiplanicies de Suecia con bastante éxito. Siempre me parece que mis peores detractores son adolescentes, mis peores críticos de lo que uno no debería de hacer. A qué se debe eso me ha hecho pensar que a lo mejor los adolescentes de los altiplanicies de Suecia son los jóvenes más conservadores del planeta, pero a la misma vez, en un país que desdeña y le hace el feo a parejas que no sean de la misma edad, qué más hay que esperar en el reino de la equidad en el que cualesquier traición a la igualdad es pecado mortal. Me visto como no debería de vestirme y escucho música que no debería de escuchar si es que uno habría de hacerle caso a las voces que inundan el diario acontecer del devenir de uno.
No solo tengo problemas con ser adulto, venga, no sé ni cómo es que me tomen en serio una vez que me escuchan balbucear mis pensamientos que de por sí son extranjeros ante la vikingada, amén de que nadie entiende lo que propongo más que yo. Esto es todo un sumidero de los mejores que existen y si fuere atracción turística ya habría asiáticos por aquí, pero no. También tengo problemas con mi cuerpo. Este verano ha sido una especie de ideales que a juzgar por mi barriga, la mente es un universo aparte de las masas que forman el volumen de existencia. Lo curioso es que mis pobres intentos de ser lo que el universo vecino, o sea mi mente, exige de mí cuerpo igualan a la eterna bronca carnal que Abel y Cain una vez en la historia de la biblia cristiana bien tuvieron en su prime performance.
En pocas palabras no sé ser un hombre de 44.
Y es que no hay una especie de diagrama í la IKEA. No hay instrucciones de cómo montar algo que nadie te dice cómo construir. Habrá que hacer todo lo que nadie espera que hagas y si bien sale, pues saldrá.
Honestamente soy un hombre cuyas fuentes de influencias fluyen de los comerciales de la televisión, de lo que leo en la internet, de lo que leí alguna vez en mi vida en libros, que una persona cuya conducta es producto de la interacción de una larga trayectoria en una comunidad que solo crecen viéndose a sí mismos los unos a los otros, reprochando esto u lo otro, para nada. I am a media made man. Y por lo tanto, lo que esté en vogue, eso es lo que soy a pesar de que lo que está en vogue no necesariamente está en vogue en mi pueblo.
Ofrezco mi estancia en Suecia para desplayar los conflictos existenciales cuya órbita merodea mi devenir.
Aquí un hombre de 50 ya es canoso, lo acosan miles de comerciales que insisten en que es hora de prepararse para la jubilación y si uno no procura u ordena todo adecuadamente como deberían de ser las cosas en Suecia, pues lo que aguarda el futuro es un mundo desolador en el cual lo que único que existe es la soledad de la vejez y eso las compañías de aseguranzas lucran como veta de oro sin límite amén de las organizaciones que se dedican a recabar dinero para sus causas como el cáncer. Como por ejemplo, por estos días es imposible dejar de notar el comercial en donde cancerfonden.se de Suecia quiere que todos los cincuentenarios de Suecia se pongan a pensar en la crisis de los 50 dizque porque es un derecho que todos deberían de poder vivir algún día. Bien, no me opongo al derecho e intención de la organización de que todos puedan gozar de esa crisis, pero a los ¿50? Así es Suecia.
Ahora, si es usted tan amable, estimado lector, conjure imágenes del ayer en que una persona de mi edad era una persona cuya obesidad era más que aceptable. Los gordos, muy a pesar de su gordez, dan señas de que el cuerpo humano puede aguantar todo lo que se le eche encima, sin respingar más allá de que quizá uno pierde la posibilidad de acostarse con una mujer bella, pero ni eso, los medios de nuestra sociedad han hecho posible la fantasía de que no importa que gordo estés, siempre hay una rendija de esperanza de que podrás acostarte con la bealdad del barrio así sea que tu próxima visita al hospital sea para salvarte de la extrema obesidad que uno posee. El futuro que le aguarda a uno diría lo más sensato después de las miles de historias que la pupila retransmite al cerebro dispuesto a aceptar toda clase de muladar en que la vista recae.
Pero no. Agréguele usted al cóctel de imágenes la idea de que los señores con veinte años de por delante de uno, tienen mejor fisioculturismo que uno menor como el mio a pesar de que tengo 20 años menos que ellos.
Uf, y ni qué hacerle o qué hacer más que escribir un post al respecto para despejar la mente un poco o quiza mejor, comprarse uno de estos aparatos para burlar el ojo un poco ….
http://www.aftonbladet.se/kropphalsa/article7487048.ab