Esta versión pronto aparecerá en el San Diego Reader en inglés también.
A pesar del hecho de que el crimen acosa la vida cotidiana, y aunque usted no lo crea, no está uno acostumbrado ni al crimen ni a cadáveres pues, los tijuanenses de vez en cuando nos damos golpes de pecho sobre quién tiene el derecho a llamarse tijuanense y quién no. Y es que hay que detenerse a pensar ¿quién es un tijuanense y quienes son los tijuanenses? ¿Cabe con decir que son las personas que viven en Tijuana? ¿Alguna vez ha conocido usted a algún tijuanense? Esa última pregunta suele sorprender a veces porque hay ciudadanos de la ciudad que nunca lo han hecho. Lo cierto es que el gobierno no depara en gastar en un futuro tijuanense del cual nadie está seguro con anuncios incesantes sobre lo que deberíamos de ser o no deberíamos de ser y si los estadounidenses se encuentran en el negocio de construir naciones, México está ocupado construyendo identidades.
En este momento hay varios proyectos que el gobierno controla e insiste hasta hoy en día en querer decirle al tijuanense qué es lo que debería de ser. Lo popular hoy en día es expresar arraigo, pertenencia al terreñu, a la ciudad, como sí eso es lo que necesitaríamos para afincar bien la identidad del tijuanense. Hasta gente fuera de la ciudad ve esto como terreno fértil para sus ideas. Uno de estos proyectos se llama Fronteras, cuyo leif motif es infundir una sensación de origen como si no supiéremos de dónde proviniésemos. Terreno fértil para un viejo nacionalismo.
Habrá que entender que la gente en el gobierno siempre se ha preocupado que la gente de Tijuana no tenga un sentido de pertenencia, raíces. Es uno de esos vestigios que les causa zozobra a los capitalinos y que les hace trabajar muy de noche con si acaso algunas permutaciones por cada generación que Tijuana adquiere. No es más que antiyanquismo amistoso; es como si hablar inglés o adoptar costumbres gabachas de alguna manera erosionaría la frontera y así consumir Tijuana en su camino, créanmelo, así se las gastan con ese tipo de ideologías. Los que nacimos en los 60’s del siglo pasado tenemos varios casos de este tipo de nacionalismo intruso que por poco y no depara en ordenarnos en cómo pensar. Un ejemplo: aunque usted no me lo crea el gobierno tuvo la genial idea de prohibir a los tijuanenses de nombrar a sus hijos con nombres anglosajones porque eran demasiados gabachos para el gusto de Bucareli, así que de la noche para la mañana la gente no podía nombrar a sus hijos Keith, Jonathan o Jennifer. La gente en el poder centralizado de México, siempre ha temido al tijuanense y siempre quieren andar dándonos lata. De hecho, nunca nos hablan. Desafortunadamente somos blancos fáciles de manipular porque los verdaderos tijuanenses, que hayan nacido en Tijuana y hayan crecido en Tijuana, son pocos y escasos en número. Por ello existen esas campañas de identidad, que a pesar del todo sí incluyen a algunos tijuanenses pero con agendas sin meta más allá de llevar el pan a la mesa. A pesar de ello existe la necesidad de seguir adelante, ignorar las tribulaciones del día, pan y circo y por ende la industria de la identidad puede florecer y cuyo presupuesto crece al por mayor en una ciudad como Tijuana.
Un esfuerzo local por inducir pertenencia y arraigo en Tijuana se lleva a cabo mediante una telenovela llamada Vive tu Casa. La telenovela se trata de un joven, que no ha nacido en Tijuana, de por cierto, que sufre al ver a Tijuana toda maltratada por la gente, como si fuere una prostituta usada por la noche y abandonada al otro día. El joven lamenta el medio ambiente en que vive y piensa que Tijuana merece mucho más mejor que lo que sobrevive al día. Al ver el video me nacieron las preguntas, sí, por favor, dinos algo que no sabemos de antemano ya. Como dato curioso habrá que notar que hay un episodio en que unos tijuanenses le echan en cara al joven preocupado por su ciudad que él no es de Tijuana, para subirle el tono al drama, de seguro. El más reciente intento de inculcar identidad es un esfuerzo por gente local los quienes en verdad quieren defender la ciudad y si habremos de creerles, no tienen nada que ver con el gobierno. Se hacen llamar ReAcciona Tijuana y su método es anunciar dichos en carteleras con frases positivas para levantar conciencia sobre la ciudad la cual no solo tiene que batallar con su imagen de mala reputación sino que también con el crimen organizado. Aunque uno puede sentir el pulso de la batalla que habrá que enfrentar puesto que los organizadores tienen que salir a decir que no se tata de otra campaña de identidad o para hacer sentir bien a la ciudadanía o como ellos mismos lo han dicho: no será una campaña más de identidad tijuanense, ni intentará provocar un bonito sentimiento alentador.
¿Cuál es la necesidad de infundir un sentido de identidad o pertenencia? La mayoría de la gente que se queda en Tijuana es gente a la que le llamo como inmigrantes latentes. Tarde que temprano acabarán al Otro Lado, y todo legalmente ¿eh? En el mientras tanto, estos inmigrantes laboran y laboran mucho. En parte, las campañas anteriormente mencionadas tienen como blanco a estos inmigrantes, porque trabajan. A partir de los estándares de los mexicanos, la gente que trabaja arduamente en Tijuana, le va bien. Y cuando les va bien es fácil de identificarlos porque les da por salir fotografiados en las páginas sociales de los periódicos locales. En Tijuana, como en el resto del país, la mayoría de los periódicos tiene una sección llamada Sociales, es ahí en dónde la gente a dar bien le da por salir en fotos para presumirle a la sociedad lo bien que les va o para mostrar lo que han avanzado en Tijuana. Son felices y quieren que todo el mundo lo sepa y eso en Tijuana es como ir contracorriente. Creo que no existe algo similar en los EEUU. Y es que Tijuana tiene esa cualidad que se puede encontrar en la famosa novela de Scott Fitzgerald’s llamada Great Gatsby cuyo desenlace se sufre todos los días en la ciudad. Algunos tendrán éxito, otros no, pero en el mientras algunos dejan en qué pensar. Nos ayudan a formar nuestra propia identidad, lo que somos, y nos recuerdan lo que no somos.
Aunque Tijuana es un vecino que es visto como una ciudad mexicana con solo mexicanos en ella, los que viven en la ciudad de alguna manera logran sacar adelante algún rasgo de identidad al final del día y lo que deja el día tras de sí. Es ahí en dónde toda una plétora de identidades pelean por una especie de aceptación por lo que son, por lo que somos. Yo pertenezco a los que nos llamamos tijuanenses, lo que quiere decir que tengo por lo menos una madre o un padre que es de Tijuana, lo cual es el requerimiento mínimo para empezar a sentirse establecido en Tijuana. Haber nacido en Tijuana es ciertamente un bono y si tus abuelos son adoptados por la ciudad, jíjole mano, ya está uno garantizado un lugar en los anales de Tijuana. Sé de antemano que esto se oirá raro en los oídos de los sandieguienos, los quienes sufren otro tipo de permutaciones de identidad mediante sus áreas telefónicas o sus ciudades en la región metropolitana de San Diego. Sea lo de cada quien, la gente en San Diego tiene una identidad en común, son todos americanos. Pero para darles un ejemplo, tengo un amigo que llego a la ciudad con si tan solo dos meses de vida y ni así dejan de darle carrilla. Y es que no nació en Tijuana, así de fácil. Aquellos que nacimos en Tijuana tenemos un monopolio sobre quién es tijuanense y defendemos contentos nuestra ciudad a tal grado de que una vez Jesús Blancornelas sugirió sacarle un patente al nombre de Tijuana. Sí, somos un poco raros. Para empezar, nuestro reclamo para ser tijuanense se encuentra envuelto en un olvido que ya no existe. Permitanme una explicación. La Tijuana de mis padres no es la Tijuana que yo viví ni Tijuana será la Tijuana que los nuevos tijuanenses viven ni la que la próxima generación vivirá. A pesar de todo ello, tenemos puntos en común. Me refiero a un pasado que no existe ya pero que es relevante a la discusión. Verán, en Tijuana, nosotros nos identificamos con una sintáctica extraña. Usamos la sintáctica de lo que alguna vez fue. Este tipo de sintáctica nos ayuda a reconocer lo que alguna vez tuvo lugar. Se que esto suena raro en vuestros oídos. Pero la verdad es que sí hablamos de lo que una vez fue o era pero que ya no lo es. Edificios que alguna vez existieron entrelazan nuestra identidad porque hubo alguna vez en el tiempo que sí existieron, los vimos y los vivimos. Los lugares que alguna vez frecuentamos trenzan nuestras experiencias comunes. Claro que hay otros factores como el lenguaje especial de Tijuana el cual incluye una cantidad enorme de palabras derivadas del inglés.
Esta especie de lenguaje fue destacada en la novela de Luis Alberto Urrea en su libro Across the Wire en dónde le pregunta a sus lectores que procuren entender a los mexicanos que vienen del interior de la república Mexicana al llegar a Tijuana, los quienes creyendo que escuchan español no se pueden encontrar más lejos de la verdad. Yo puedo comprender este lenguaje y en especialmente el lenguaje de los pachucos que se hablaba en el viejo centro de Tijuana. Hubo una vez en que Tijuana solo era conocida por su centro. De hecho, para nosotros, La Mesa era un lugar remoto, allá donde las águilas vuelan. Decíamos esto para burlarnos de La Mesa y hacer pensar que La Mesa quedaba tan lejos que solo la vida silvestre merodeaba por allá. Aquellos que vivíamos en el centro estábamos orgullosos de vivir en la Línea. Ir más allá del Hipódromo era ir más allá de nuestra imaginación.Y no habremos de olvidarnos de que muchos tijuanenses son bilingíües y hasta trilingíües en muchos casos cuya lengua materna no es solo el español sino hasta el inglés también.
Los tijuanenses son identificados por aquello que no son, supuestamente, mexicanos. Sí, existe un mito entre los paisanos del interior de la república que dice que allá en Tijuana ya no es México. ¿Se acuerdan de los esfuerzos de Antonio Navalón y su Tijuana, Third Nation? Bueno, pues eso es como un ejemplo menor de ello. Los ciudadanos de la Tercera Nación son rechazados por igual. Por ello el gobierno se esfuerza en inculcarnos una identidad ya sea en directa o indirectamente como aquella vez que quisieron hacer a la fuerza valer solamente el peso en el comercio. Dios nos ampare si queremos hacernos valer de una identidad propia por cuenta propia. Y es que nos dicen hasta pochos. Lo curioso de todo esto es que una de las razones que usan los que apoyan la migración legal de los trabajadores a EEUU es que los inmigrantes hacen el labor que los americanos no hacen. Los tijuanenses somos considerados como perezosos por los inmigrantes del interior del país. Y esto nos da identidad también. Un tijuanense jamás se dejaría ver vendiendo elotes en una esquina o repartiendo garrafones de agua por las colonias. Ni siquiera shaniando zapatos, esta por debajo de la naturaleza del tijuanense. Ese tipo de trabajo es para los advenedizos.
Pero para ser francos la nueva identidad tijuanense ya se me es ajena a mí. No solo a nivel personal pero geográficamente también. Esto se puede vivir muy bien dentro del marco de tolerancia que hay por otros mexicanos. Sucedía que antes uno no aguantaba a los chilangos, eran todo lo opuesto a lo que un tijuanense era. Hasta era un insulto que alguien te dijere chilango. Hubo una vez que la rivalidad que existe entre los mexicalenses y los tijuanenses llego a tal punto de que los cachanillas nos insultaron al decirnos chilangos light, nunca hemos aceptado ese cruel insulto hasta la fecha tengo a mí entender. Aquellos eran días memorables en verdad. Por estos días la gente del DF es más aceptada, lo que es bueno, por supuesto, pero algo ha pasado durante los últimos años. Nuestros hermanos más próximos de Sinaloa, de Sonora, de Nayarit, de repente son los nuevos chilangos. No sé en dónde terminará esto, a lo mejor el gobierno ganó por fin la batalla de identidades, no por programas de identidad sino porque la ciudad es tan grande que puede haber la posibilidad de que existan no una Tijuana, sino muchas tijuanas ya.