En la conciencia del tijuanense siempre ha existido ese Otro nacional que nos ayuda a identificarnos a nosotros mismos como aquellos que no somos. Durante mi infancia y la mayor parte de mi adolescencia ese Otro para el tijuanense eran los chilangos, ese gentilicio que ahora se porta como charola de honor antes era el peor insulto que se le podía atribuir a alguien. Era sinónimo de desprecio, de lo peorcito y así creció uno. Y es que durante la década de los 80 del siglo pasado las historias corrían a raudales de lo feo que era la capital de México, los horrores que Televisa mandaba de la Metrópolis y su vocero Zabludovsky nos llenaban la cabeza de un terror citado descontrolada. Y ni quién quisiere ir al DF. Ya cuando me tocó ir al DF fui con esos fantasmas de Zabludovsky en mis maletas, tenía miedo, mucho miedo a la ciudad que el Norte pintó en mi imaginación. En Tijuana no había sino hasta reciente Otro. De hecho hasta memoria existe de matar a las chilangos de la ciudad de Tijuana. Y es que nadie repara ello, pero el DF es un oasis de tranquilidad hoy en día. Comparado con Tijuana, claro. Ah de ser ironía para los tijuanenses de mi generación. Nos daba miedo el DF. Hoy en día hasta envidia dan los defeños.
Y si tenemos un Otro que rechazamos tenemos un Otro que aceptamos. Por muchos años Tijuana aceptaba como suyos a toda la gente de los estados del Pacífico. Los de Sonora, Sinaloa, Nayarit y Jalisco eran casi hermanos, gente que formó la ciudad y monumentos y nombres no hacen falta para hacernos recordar a los viejos nuestros. Ya no, esos han sido desplazados. Y nadie ha desplazado más al DF como Sinaloa.
¿Y cuándo desplazo Sinaloa al DF?