Nazismo

Nunca he comprendido la obsesión europea por la cuestión judí­a. Reviendo la pelí­cula Schindler’s List dos que tres revelaciones se manifiestan como verdades absolutas que insisten en rehusar aceptar un no como la verdad. Veo la pelí­cula en mi casa recien adquirida, la casa de viejos noruegos en mi rincón de Suecia. Para aquellos que no conocen o están enterados del atroz lustro entre 1940 y 1945 en Noruega, habrá de enfatizar el fenómeno Quisling. Y estos dos fenómenos se encuentran entrecruzados en la lí­nea del tiempo que habito. Y lo único que coincide es el Yo, el piso que habito, las circunstancias de un espectáculo televisivo y las miles de especulaciones que tercas quieren hacer un Indy 500 de mis pocas células que trazan mi encéfalo que rehuyen el asfalto imprevisto en el que se encuentran.

La pregunta que nace es la siguiente: cómo es posible que los judí­os hayan sido no ya exterminados sino que los judí­os hayan aceptado las circunstancias que predominaban en ese entonces apoderarse de toda una raza.

Muchas veces nos quieren hacer ver el mal de los nazis y eso es muy cierto, ellos hicieron el mal pero muy pocas veces se nos hace ver que los judí­os, muchos de ellos, como en la pelí­cula, ignoraron sus entornos. A qué se debió no se sabe o más bien no sé. Bien pudieron muchos, como la pelí­cula muestra, hacer algo para impedir el voraz apetito carnal que Hitler indujo en la imaginación del ente Europeo pero no, muchos judí­os optaron por, según la pelí­cula, dejarse llevar por los tiempos, el poder, las olas, ondas maléficas que cundí­an libres.

Uno se pregunta si el anarquismo y la nula profesión cristiana de no aceptar gobiernos hubiesen significado algo y las posibilidades de si hubiesen tenido mayor circulación en ese lustro del mal ence-fálo lo que pudiese haber sucedido crece expocionalmente, pero no, no pasó así­, fue lo que es y eso no tiene más infinitivo que la verdad que el presente nos ofrece.

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