Lo que uno nunca da cuenta de cosas es que el suicidio es uno de esos actos que tarde que temprano induce a una realización de que como la cadena alimenticia, la cadena de la biosfera, todo repercute si un eslabón desaparece. En lo personal mi vista o percepción sobre el acto de quitarse la propia vida está ahora manchado por esa óptica nórdica que tiene por el momento empañada mi mente con sus costumbres e ideas. Aquí en Suecia quitarse la vida por propia mano es radicalmente opuesto a las idea que me inculcaron de joven cuando mi cultura mexicana predominada en mi existencia. Aquí se quita uno la vida para desquitarse de alguien, por venganza, para infligir dolor a terceros. Quizá ocurra lo mismo en Norteamérica pero la razón más usual es que alguien se quite la vida porque la vida perdió valor. Entre los mexicanos es pecado quitarse la vida así que por alguna razón en nuestro mapa genético eso de quitarse la vida no cuadra muy bien que digamos, sí, es una mentalidad pueblerín de que la iglesia aún pese tanto en nuestras decisiones pero eso es lo que nos conduce por la tierra mientras que acá en Suecia hasta exigen legislación para otorgar licencia al libre albedrío de poder hacer lo que uno guste con su vida sin mayores repercusiones para otros, sí, estos suecos están un tanto obsesionados con la libertad individual. Mientras que en Norteamérica el suicidio es visto como pecado y una solución aberrante acá en Suecia es cuestión del libre albedrío o venganza personal entre otras cosas. Lo que contrasta radicalmente con la inteligencia del humano que sabe de antemano que nada pasa sin repercusiones.
Y es que el suicidio trae beneficios inesperados para ciertos sectores del mundo, tengan por ejemplo a David Foster Wallace quien murió por su propia mano debido, tenemos entendido, a una depresión. A no ser por ese acto narcisista nunca me hubiese enterado de su obra literaria. Las cosas de la vida, unos quitan para dar y otros dan para quitar. Aquí la problemática es pues el bien producido por un acto que ocurrió en Claremont California, a menos de un año de su muerte, a no ser por esa acción, yo no disfrutaría de uno de sus libros hoy por hoy, de hecho, desde que murió no he podido dejar de leer uno de sus libros titulado A Supposedly Fun Thing I’ll Never Do Again. Me enteré de su muerte por medio de la internet y me dio curiosidad saber porqué el alarde. Qué cosas cuando se sabe de antemano que todo repercute, para bien, o para mal.