La noche se ha hecho mi peor enemiga. Es cuando los malos hábitos se disfrazan de incontrolables bestias. Es cuando la oscuridad cubre la visión y las urgencias por las costumbres consuetudinarias se tornan en un agente inesperado. Y es ahí por donde quiero empezar hacer un cambio. Voy a deshacerme de las garras que me prenden las llamas por una obsesión inútil. No es fácil dejar los vicios, la rutina de año, siempre hay mil voces por cada decisión tomada con determinación queriendo derrocar el inevitable paso al siguiente revolucionario momento. Sé de antemano que otras malas costumbres tomaran el lugar de las que quiero cambiar, no sé ni cuales serán las siguientes pero están ya esperando, aguardando el menor descuido por ocupar un espacio que estoy cediendo creyendo que habrá ese anhelado cambio. Sé que las voces con el paso de los días se tornaran más convincentes, lograran burlarme varias veces, de hecho está marcado en el calendario las posibles fechas para reincidir en la maldita degeneración que mi espíritu sufre debido a la flaqueza carnal de mi cuerpo y la debilidad de mi voluntad.
No todos saben mi secreto, pero soy un alcohólico, tengo engañados a todos, mi familia, mi trabajo, mi ser, mi Dios, mi mente, mi alma y hasta el gato no sabe que bebo de a diario. Controlo mi vicio muy bien, tomo en suficientes cantidades para que no me causen estragos pero está solución se ha hecho un lastre para mi condición mental, es por eso que he decidido abandonar la botella por unos días, me iré de vacaciones por un así decir, soy escritor y el alcohol funciona como un lubricante par ala musa de las letras. Pero hasta ahí, quiero probar ser sobrio de nuevo, no sentirme mal al día siguiente ni cargar con culpas personales de los muchos pensamientos que recorren por mi mente justo al terminar el día, soy yo quien manda. Eso quiero creer. Descubrirme de nuevo no será fácil, para nada, ni sé quién soy ya, creo que los espíritus de Baccus han logrado engañarme haciéndome creer alguien que no soy. Quiero verme bajo otra óptica que no sea las de una botella de cerveza o una botella de Whisky. Quiero decidir, ser yo quien me cambie la vida, no las circunstancias ni la suerte, sino por mi propia mano desvelar el manto que cubre mis ojos está terrible verdad que estoy a punto de descubrir: quién soy.
No hay peor miedo que verse ante un espejo. Es una especie de catoptrofobia o eisoptrofobia que recuerda a Dorian Grey pero también a Paz con su espejo fragmentado o los espejos de obsidiana que los Mayas usaban para inducir trances. Pero lo mio va más allá de una enfermedad o un miedo cualquiera. El miedo es ver lo desconocido, en este caso, pasar a ser otro que no está bajo las influencias de una substancia toxica. Me comentan que no es para tanto, escucho este tipo de comentarios, que ser sobrio es cuestión de salud, que recobrar los cincos sentidos no tiene nada de mucho, y tienen razón, lo que temo es otra cosa mucho más mayor porque me voy a ver sin las mentiras que he fabricado para mi durante el lapso de 10 años de alcoholismo. Un alcoholismo que me ha hecho perder la cordura, la determinación, la confianza en mi mismo, la fe en saberme cierto. Hoy soy un vestigio de aquel ente que alguna vez marchaba con confianza por los pasillos más oscuros de la humanidad sin el miedo que ahora siento. Hoy solo llevo máscaras para aparentar algo que intento ser pero que mi inseguridad por mi mismo no me permite más que trapos de segunda mano y una existencia totalmente vaga e insana. Es una locura que tengo que exterminar para recobrar mi puesto en este viejo bagaje carnal mal llamado Yo.