Este día ha sido uno lleno de múltiples historias y mucha media. Si el día funcionara como catalizador del hoy, válgame, que buen catalizador es. Ha sido un día lleno de lectura, de viajes consuetudinarios, de escuchar mi país, o el DF, desde acá, Suecia.
Las primeras reacciones son que necesito más alcohol para poder escribir todas las posibles reacciones que me han asaltado desde que me percaté que algo no cuaja, esa es la historia de mi vida, algo no cuaja, algo está mal. Y así culminó mi día.
Desde ayer me cargo el DF en mi vida nórdica. Un chico que visitó el país por cuestiones de un estipendio que le condujo a estas tierras escandinavas y a mis cercanías a los altiplanicies suecos alcanzó a rozar mis entornos por azares de mi escuela en donde enseño idiomas. Me dijo un amigo del trabajo, un hombre de sindicato, que había un chico que quería masticar el mexica. El sindicalista me invitó a ser parte de un ámbito social que sé repercutirá más de lo que me imagino en mi vida pero eso es socializar en Suecia. Accedí, con eso de que ando muy social estos días, pues órale, habrá que agarrar el toro por los cuernos. Y heme en una situación inesperada, entre las cortesías suecas y un mexicano enfrente de mí. Ni cómo hacerle. Arrinconado como me sentí me reduje a la posición prenatal y me acurruqué como cualquier humanoide lo haría ante tales circunstancias. No platicamos mucho ya que la platica se vio reducida al sueco. Cosa rara ya que una de las características de un buen bilingíüe siempre ha sido distinguir entre la plebe de uno y los demás. Impuse las reglas del bilingíüismo a mi amistad mexicana sin que éste pudiere digerir exactamente lo que pasaba. Le pedí que solo hablaremos sueco por cortesía a los anfitriones. Me acusó de ser español, mi español le pareció un tanto gachupín, ok, pensé, le dije, medio espeté entre las vocales al respirar mi respuesta amable, mi español está corrompido por los años. Y sí, reconozco que una de las primeras victimas de mi español norteño de Baja California es el acento. La primera victima que ha sufrido alteraciones sin límite. Es una ironía, para ser francos. Yo, quien ufana rechazo a la lengua estúpida del Manco de Lepanto suena como lo haría un buen Peninsular. Válgame. Algo me habrá sabido el perro. Lo bueno es que tengo planeado para el futuro cercano irme a vivir todo un año a mi adorada baja sólo para revitalizar y recuperar mis idiomas adorados y queridos.
En fin, decía, el día. Escuché por buena parte de la tarde a estaciones de medios electrónicos del DF por medio de la red. Hay bastantes y la principal suministradora de vínculos fue/es Squid TV. Is nice diría uno de mis estudiantes que tiene la facilidad vocal de imitar a Borat. Pero OMG qué decepción son las estaciones. No hay ni cómo empezar a comprender las decisiones editoriales para aceptar el tipo de basura que escupen por las bocinas que transmiten tal cochumbre. Porque eso es. Para empezar se escucha a leguas que aún se ven hipnotizados por la insistencia de los grupos gachupines de querer echarnos línea sobre cultura. La cultura está practicamente occidentalizada, ni una pizca de lo de uno, o sea de lo mexicano, ni en las babas que les escurre a los locutores que se prestan a tal barbarie cultural. No sé porque los nuestros rebajan su intelecto a algunos cuantos pesos devaluados, habrá que tener más principios para poder sostener el valor de lo nuestro, pero al igual que nuestra moneda, nuestros principios fluctúan a banda ancha y, peor, sin alguna reserva que valoré lo que verdaderamente vale, o sea, lo mexicano, la cultura de nuestro pasado que, como el peso actual, está devaluado. Y todo gracias a uno.
Escuchaba William Burroughs esta tarde. Aquí están los links para los que disgusten de escuchar a autores anglosajones parlar la lengua del buen Bardo Anglo. Caminaba por el bosque local. Escuché. Qué divertido. Escuchar a Burroughs por estos días es un bálsamo revitalizador. Despues escuché y vi por medio de la red a Ricardo Raphael de Proyecto 40 Clave. Tenía como huesped a José Iturriaga De La Fuente. Como el ocio no deja otra que caer en esa tramposa tentación de comparar las cosas, pensé, cosa medio peligrosa porque uno siempre termina insultando a alguien en este tipo de ejercicios. Y esto no es la excepción, creo, pero empecemos inocentemente aunque las agruras me ganen porque el mayor despecho recaerá sobre el mexicano. Y es que no es secreto a voces bajas que mi rechazo a la clase media mexicana es total, o sea, pienso muy poco de ese tipo de personas que se regodean o se codean con las altas esferas del poder siempre y cuando la mayoría de los mexicanos sufren atrocidades tanto físicas como espirituales solo para que ellos y ellas puedan disfrutar a costas de la esclavitud que es la pobreza mexicana el estilo de vida que ellos y ellas han sostenido por muchos años ya.
Y es que nos falta mucho para llegar a tener un escritor de la talla de Burroughs. Y eso es decir mucho. Burroughs es un producto de una generación Protestante, medioclasera y una sociedad que supo alimentar esperanzas de las que uno desearía para la gente mexicana. En contraparte, Iturriaga pertenece a esa clase de mexicanos medioclaseros que alimenta una especie de gente que jamás comprenderá lo que es vivir. Mientrás que Wiliam Burroughs es un escritor vicioso que le imprta la conciencia del ser humano, a Iturriaga solo le importa romantizar hechos y dárselas de sabelotodo. No sé porque a los escritores mexicanos les encanta demostrar todo lo que saben, se quieren hacer pasar por una enciclopedia y utilizan este método para contrarrestar cualquier discusión. Se me afigura como que el próposito del ejercicio es demostrar a ver quién sabe más y algunos incluso, bajo esa peste que le llaman aura de sabiduría, les da por dar golpes bajos queriendo demostrar un intelecto que sólo tienen a superficie, o sea, todo forma y nada de fondo.