Solo sé dos palabras en alemán: Heil H.
Escuché las palabras y miré los ademanes en cámara lenta. En Suecia hay una especie de racismo difícil de entender. No porque el racismo sea especial ni nada sino porque Europa, desde hace mucho ha dependido de los EEUU para su seguridad geopolítica. De hecho si alguien ha sido beneficiado por la era Pax Americana esa es la vieja Europa. O sea, que si de repente sufren otro embute de sentirse raza superior estilo nazi los que tendremos que pagar la nota racista seremos nosotros de piel morena, negra, amarilla, roja et al y uno que otro despistado whity. El domingo siete de un high on race endorphines cargado de Angel Dust tendrá que ser aplacado por los prietos del mundo.
Me molesta el orgullo. Y más el orgullo racista. No que sea menos orgulloso que otros, venga, ha habido momentos en mi vida en que el orgullo ha tomado la mejor partida. Siendo tijuanense de pura cepa encuentro que ser orgulloso no se me es ajeno. Nosotros los tijuanenses estamos mimados en una era mexicana jamás vivida antes. Semos atacados por eso mismo. Se nos cuestiona ante todo el pasado. Rehusamos el pasado que sabemos tenemos pero no admitimos. Semos nuevos; demasiados nuevos. Los tijuanenses de mi era nos encontramos en el desconcierto. No sabemos quienes somos. Buscamos entre la basura de varias culturas encontrarnos. Estamos tan obsesionados en dar con algo nuestro que ignoramos lo demás. En eso sufre todo el estado. Los tijuanenses no sabemos hablar de Baja California. Sabemos hablar de Tijuana. Pero hasta ahí. Por eso nos dicen Chilango Light.
No sé porqué tenemos que sentirnos superiores a otros. Es lo más patético que conozco de la humanidad. Por eso somos bestias, parte del reino animal. En la evolución del ser humano estamos a miles de años de poder superar lo peor y más oscuro de nosotros mismos como para poder dejar atrás el instinto animal de preservación que cada animal lleva en si como mecanismo de supervivencia. Una parte de ese mecanismo es separar lo que es diferente a uno. Vivimos la era del fuego. Aún nos admira ver las flamas y la luz que produce. Nuestro consciente a medio oscuras, aún palpitando miedo por ver lo que hay por delante.