camello

Aquí­ en Suecia los profesores gozamos de unas lindas vacaciones totalmente pagadas de 6 a 7 semanas. Pero ayer se acabó la gloria. Regresé al jale. En este menester del magisterio lo que tumba es la labor mental. Acaba uno bien tupido y en el primer dí­a del camello al fin del dí­a me bebí­ unas chelas antes de clavarme para calmar los nervios para poder pegar pestaña a mis anchas. Si bien fue una dí­a sin mayores problemas hoy me vi entreteniendo la vieja idea del eterno retorno cuando juntos í­bamos para el comedor a tomar café. Ya no quiero vivir en Suecia. Quiero regresar a los mí­os. Esa es la más concisa solución a mis entrañas que piden oxigeno tijuanense. Mis tripas añoran la vieja metrópoli que vive del imperfecto, del pretérito, de lo que fue. Y es que para mí­ es patentemente obvio que nunca podré ajustarme a la gente de aquí­. Aquí­ nunca dejaré de ser inmigrante y eso cala a los años. Simplemente no puedo acostumbrarme al estilo gringo de tomar distancia, de actuar con mesura, de contener las alegrí­a. Sé que hacen falta años para ello y me molesta no poder dejar todo atrás como lo hace uno bajo los efectos enervantes de la juventud. Me molesta no poder hacer lo que se me pegue en gana, drop everything and just get the fuck out, you know what I mean?

Es venenoso entretener estos pensamientos, lo sé muy bien, lo tengo muy claro en mi. Pero para una persona que vive el borderland más moderno de la humanidad, el borderland de añorar y poder alimentar esa añoranza con la internet y estar en otro lugar es una delicadeza como el fugu nipones. Esa es la delicia de poder gozar la internet, estar en Suecia y poder saber todo lo que ocurre en mi tierra, sentir sus temores, sus alegrí­as, sus deseos y ser un simple espectador sin más fortuna de que alguna alma se tropiece con este medio para unir ese lazo umbilical que no quiero ni puedo dejar ir. La distancia y añorar dí­a a dí­a estar en otros lares. Me arruina el hoy. Es el contraste de vivir el here and now que se promulga en ciertas teorí­as psicológicas. Me envenena la estancia con esta impudencia de querer estar en otro lado. Es mi veneno, el tósigo que bebo a diario.

Sufro cambios. Batallo a diario la ponzoña que alimenta mi existencia y siento las agruras del mix tóxico que cotidianamente injiero. Injiero el tósigo falso: alas! Heme aquí­ soñando de nuevo.

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