Soy un vil cobarde.
Dentro del repertorio de personalidades que cunden por mi ser una de esas es la de ser cobarde. No tengo huevos ni para cambiar en mi el más mínimo detalle que produciría un cambio positivo en mi vida. Me rajo. Este atributo en mi siempre ha sido un factor de desconcierto en mi vida. Y es que no arriesgo nada. Para no ser cobarde hay que arriesgar. La última vez que me arriesgué terminé mal. Por eso no me gusta mucho el hecho de ser valiente, las veces que lo he intentado he resultado herido tanto físicamente como espiritualmente. Soy tibio. Quizá ese es el atributo que mejor caracteriza mi personalidad. Lo reconozco en mi como un virus que no me deja en realidad ser quién en verdad soy. Este ser verdadero por estos días, cobarde como es, no se anima a salir. Por ende lo traiciono hoy. Véanlo como es, desnudo, hipócrita amén de cobarde. Sé que algunos pensaran que estoy siendo duro con mi mismo al escribir lo más honesto que se puede sobre este personaje que sufre un remolino de transformaciones que destroza todo a su paso, pero por favor, guárdense sus sentimientos de piedad para sus propios dilemas, aquí ejercitamos el libre ejercicio de gritar al vacío sin temor de ser oídos, por ende, lo de cobarde. De otra manera no me atrevería a escribir lo que ahora escribo aquí, verdad?
Aunque hay que confesar que hasta en la escritura soy un cobarde, me veo muchas veces editar y borrar muchos pensamientos por temor a ofender la sensibilidad de alguien por ahí, lo cual es ridiculo por supuesto, quién va a leer este blog después del todo y mucho más en una era en que este blog quedo al margen del olvido.
Dicen que el valiente vive hasta que el cobarde quiere. O algo así: el hombre no es otra cosa que lo que él se hace Sartre dixit.
pero el existencialista, cuando describe a un cobarde, dice que el cobarde es responsable de su cobardía. No lo es porque tenga un corazón, un pulmón o cerebro cobarde; no lo es debido a una organización fisiológica, sino que lo es porque se ha construido como hombre cobarde por sus actos. No hay temperamento cobarde; hay temperamentos nerviosos, hay sangre floja, como dicen, o temperamentos ricos; pero el hombre que tiene una sangre floja no por eso es cobarde, porque lo que hace la cobardía es el acto de renunciar o de ceder; un temperamento no es un acto; el cobarde está definido a partir del acto que realiza. Lo que la gente siente oscuramente y le causa horror es que el cobarde que nosotros presentamos es culpable de ser cobarde. Lo que la gente quiere es que se nazca cobarde o héroe. Uno de los reproches que se hace a menudo a Chemins de la Liberté se formula así: pero, en fin, de esa gente que es tan floja, ¿cómo hará usted héroes? Esta objeción hace más bien reír, porque supone que uno nace héroe. Y en el fondo es esto lo que la gente quiere pensar: si se nace cobarde, se está perfectamente tranquilo, no hay nada que hacer, se será cobarde toda la vida, hágase lo que se haga; si se nace héroe, también se estará perfectamente tranquilo, se será héroe toda la vida, se beberá como héroe, se comerá como héroe. Lo que dice el existencialista es que el cobarde se hace cobarde, el héroe se hace héroe; hay siempre para el cobarde una posibilidad de no ser más cobarde y para el héroe de dejar de ser héroe. Lo que tiene importancia es el compromiso total, y no es un caso particular, una acción particular lo que compromete totalmente.
Sentir miedo no es ser cobarde. Es un mecanismo de defensa que nos permite la supervivencia. Si no lo sintiéramos no percibiríamos el peligro. Ante una circunstancia que nos coloque en inseguridad o alarma, se generarán descargas químicas de adrenocorticoides como la adrenalina en nuestro organismo que prepararán a nuestra mente y cuerpo, bien sea para recibir un impacto, huir del ataque, o con el objeto de enfrentar lo que nos amenace.
Uno no busca sentir miedo pero las contingencias de la vida nos lo presenta por lo que debemos estar preparados. En esos momentos, ser valiente es impedir que el miedo y las emociones nos controlen y paralicen. Es usar la racionalidad para buscar la mejor alternativa a efecto de salir airosos del trance, no obstante los apuros que pasemos.