La negación del afromexicano en la sociedad mexicana: La mala raza

Introducción

No hace mucho, en una de mis cotidianas vueltas por la internet, me encontré con una página que me dejó desconcertado. La página trata sobre el legado del africano dentro de la cultura mexicana. (http://www.afromexico.com) Eso despertó en mi una curiosidad, pues en lo general, en México se desconoce casi en lo total que haya un legado africano, mas lo que más impacto me causó fue haber leí­do que al africano/mexicano se le niegan sus raí­ces y quizá lo más importante, su identidad. Tras una búsqueda en mi conciencia no pude mas que concordar, me dispuse, pues, a tratar el tema de la negación del africano en la cultura mexicana más a fondo.

El estudio abarcara la historia de la presencia africana en México, su desarrollo en la sociedad novohispana, el proceso del afromestizaje en México, la concepción que el mexicano tiene de su coetáneo africano y por último, el pudor que el mexicano tiene por la tez negra. El enfoque de este estudio será rastrear por la historia la negación de esta raza dentro de la cultura mexicana y cómo es que ese susodicho pudor vino a dar a dentro de esa sociedad. Las limitaciones que se presentarán serán de tipo investigativo, ya que tiempo y espacio reducen la posibilidad de una investigación profunda. Por además, el material disponible para organizar un tema como el racismo latente en la sociedad mexicana es desigual, así­ que mientras información de tipo histórico y antropológico es abundante, información sobre aspectos sociológicos es escasa.

Perspectiva histórica: Arribo de africanos a México y censos novohispanos

La presencia africana en México data desde la desembarcación de Hernán Cortés en 1519. Uno de los primeros africanos en asentar su lugar en la Nueva España llevaba el nombre de Juan Garrido, y fue el primero en sembrar trigo en México, (Gonzalo Aguirre Beltrán 1989:19). Al inicio de la conquista, los africanos que arribaron con los conquistadores gozaban de un estatus social de acuerdo con el código de Alfonso el Sabio el que dictaba que se tratasen como familia o criados. En 1580, su estatus es degradado y pasa a ser un objeto para disponer de su esfuerzo de trabajo. Por igual, al llegar los conquistadores, le tocó la infamosa honra a un africano más ser primero en otro evento: traer la enfermedad de viruelas la cual diezmó a la población indí­gena. Este evento dio auge al tráfico de esclavos lo que ocurrió con mayor incremento durante el reinado de Felipe II; no es hasta 1640, cuando los portugueses readquieren su independencia, que la introducción masiva de africanos a la Nueva España disminuye.

Al principio de la conquista no se hací­an censos de africanos porque su condición social no deparaba más allá que la de una bestia de trabajo. Pero sin embargo, registros del siglo XVI muestran que para 1570 se encontraban en la Nueva España 20 569 africanos, entre ellos negros huidos y cimarrones. Para 1646, el decrecimiento de la población indí­gena aumentó el crecimiento de la población africana en México a 35 089 según Beltrán (1989:207-218) el que cauciona que estos datos son meras hipótesis. Estos números representan el 1 % población, ya que la mayorí­a siguió siendo la indí­gena. En 1570, la población indí­gena formaba el 98.7 % y para 1646 el 74.6 % según Beltrán (1989:210-219). Para 1742, las situaciones cambian y la inmigración de africanos al nuevo mundo decrece debido a la competencia laboral que existí­a entre los nuevos esclavos y los afro e indomestizos. Un hecho que se debió a la exclusión de mestizos nativos de la burocracia y el artesanado, causando así­ competencia entre la mano de obra esclavista y la de los afro e indomestizos, los cuales eran mano de obra sin empleo, y que condujo a una depreciación, haciendo «incosteable el trabajo a base del esclavo» Beltrán (1989:223). Para estas mismas fechas, la población africana es contada en 20,131 en Nueva España pero la afromestiza supera los 250 000 ya. Para 1810 la presencia africana en México es de tan sólo 10, 000 pero la afromestiza 624 461. La presencia africana, pues, está constatada. La realidad nos dice que no fueron dos mundos los que se encontraron, sino tres.

Evocación mexicana del africano

En el México moderno, la noción de que hay una tercera raí­z en la composición genetica de sus habitantes pasa desapercibida por la población en general. Por eso, no es sorprendente leer en los matutinos casos de racismo donde la población refleja su ignorancia. Por ejemplo, el New York Times reportó el 11 de Noviembre del 2001,durante las elecciones a gobernador de Michoacán, que el candidato a gobernador por ese estado, y hoy actual gobernador, Lázaro Cárdenas, acusó a su contrincante de lanzar ataques racistas en contra de su esposa, Mayra Coffigny. Ella es nacida en Cuba y de descendencia africana. Al entrevistar a los seguidores del partido en oposición, la reportera se encontró con una persona, de nombre Marí­a del Carmen Dí­az, la que sostení­a que

« … los michoacanos quieren ser dirigidos por gente de Michoacán. “[ya que] El color de la piel de la señora Coffigny la identifica como extranjera.”» Al preguntársele por qué el color de la piel importa en un estado con amplia población indí­gena, Dí­az respondió que «Una cosa es ser moreno. La raza negra es algo diferente.» Es así­ pues, como la población en general, ignora su pasado y si a lo mucho, le otorga un estatus de inmigración reciente a su tercera raí­z, bien sease ya por la construcción ferroviaria del siglo anterior o por inmigrantes recién llegados de las antillas. Beltrán (1994 p.17) arguye que « … en México durante mucho tiempo se ignora la importancia que tiene el africano en la composición genética, cultural y social de su población.». En México también se desconoce que «los lí­deres independentistas Vicente Guerrero y José Marí­a Morelos tení­an raí­ces negras según el historiador estadounidense Ted Vicente, autor de La Herencia de Vicente Guerrero: el primer presidente negro e indí­gena de México.» (Iliff 2002).

Por otro lado, el estudio de los africanos en México parece sólo girar en torno a personas directamente descendidos de los africanos. Así­ que, la mayor parte de los estudios, se enfoca en grupos aislados y homogéneos como en la Costa Chica entre Guerrero y Oaxaca, la que según Bobby Vaughn, investigador de la universidad de Stanford en California, tiene una población de 66,000 la que él considera como « significante y históricamente negra». (Vaughn 2001) No hay diálogo, pues, de la cultura afromexicana y su impacto.

Proceso del afromestizaje en México

Si bien los españoles llegaron con africanos a la Nueva España como siervos y familiares para después traficar con ellos y someterlos a esclavitud, cabe bien preguntar ¿Dónde se encuentran? No serí­a equí­voco contestar: en el mestizaje. Durante la era colonial los africanos traí­dos a la Nueva España se daban a la fuga de sus captores . Es sólo de imaginarse las consecuencias de estas huidas entre la población local y inclusive se sabe de alianzas entre estos fugitivos y los indí­genas (Colin Palmer 1976:8). Otro ejemplo es que en las regiones del Tehuantepec y Acapulco «ya andaban rebelados negros cimarrones» a tan sólo tres años de la conquista Beltrán (1989:205). Durante el virreinato, el afromestizaje aumento. Beltrán (1994:63) detalla que «Los amos, en continua comunicación con con sus esclavos, llegan a considerar lí­cito su uso como objeto sexual». Otro ejemplo, de mayor trascendencia, es que el español y el africano nunca llegaron a formar más del 2 % de la población y por demás masculina, ya que « El español era inmigrante célibe que se casaba o amencebaba con la mestiza, la mulata, la negra o la india; el negro … preferí­a el ayuntamiento con la india» (Beltrán 1989: 218)

Asimismo, dentro de la sociedad novohispana, los esclavos trataban libremente con la población porque los amos de estos, sin remordimiento alguno, prostituian a la mujer africana para el beneficio del amo y el hombre salí­a a vender objetos (Beltrán 1994:63-4). Este mestizaje también contrajo un nuevo vocabulario para nombrar a estos novohispanos. En la sociedad virreinal habia mulatos, que era mezcla del negro con el español y Zambiagos, que era mezcla del negra y el indio por citar sólo dos ejemplos, este último también se le conocí­a como mulato pardo y fueron « …los que más abundaron en la Nueva España» (Beltrán 1989:169).

Otro factor de mayor propulsión para el afromestizaje en México fue el cruze de castas o como Beltrán le nombra pase de casta a clase, el cual concluye que «… los esclavos que contribuyeron a dar color a la carga genética de México quedaron integrados en el mestizaje de modo tan completo que resulta difí­cil, para el lego, distinguir los rasgos negroides en el conjunto de la población.» (Beltrán 1989:277). Sin duda, esto se debió a la percepción que los afromestizos tení­an de si mismos. Beltrán (1989: 271) asegura que «El afromestizo … era el que se encontraba en una situación de mayor indeseabilidad … considerado legalmente nefundo por la presencia de sus caracterí­sticas negroides, buscaba en todas formas ocultar estos elementos.» Un proceso que en el México moderno se le llama mejorar la raza y que es un vestigio del colonialismo que se da en la sociedad y de lo que por último se tratará en esta monografí­a.

Percepción del afromexicano contemporáneo

« En españa es una especie de tí­tulo de nobleza no descender ni de judí­os ni de moros; en América, la piel más o menos blanca, decide el rango que ocupa el hombre en la sociedad.»
(Humbolt, 1882:1.251) en Beltrán (1994:58 )

« …afortunadamente las leyes mexicanas poco a poco han logrado que se hable de nacionalidad y no de raza ….» Marí­a Guevara Sanginés en Presencia Africana en México Montiel (1995:182)

En México existe la maña de relegar lo indeseable a la chingada, « …un espacio lejano, vago e indeterminado.» como dice Octavio Paz, (Paz 1959:72) se le niega la vida a lo existente, por ejemplo, se habla mucho de la raza autóctona mexicana en términos del pasado siendo que aún existen. Es más, se habla de ellos con más esmero siempre y cuando sean los del pasado a los que se refieren, pues los del presente sólo logran acarrear imágenes abyectas de indí­genas paupérrimos. Algo así­ sucede con lo que Martí­nez Montiel llama nuestra tercera raí­z. Se trata de los afromexicanos con historia tan larga como la de cualquier otro mestizo pero que carece de una representación en México. Se les niega todo, hasta su identidad africana. Desafortunadamente, en México, el racismo es latente y es por eso que no sorprende leer a Gonzalo Beltrán decir que «México sigue negándose a reconocer la importancia de la contribución africana». (Beltrán 1989:11) Negándose implica un rechazo voluntario. Un rechazo que México viste aún, como un vestigio colonial que no logra despojar. Nada más explí­cito que el ver nacer a un bebé dentro de esta sociedad. Es como una especie de ritual ir a ver al recién nacido, donde la morbosidad de ir a ver el color del bebé va de mano en mano con el festejo; si es que el bebé resulta algo blanquito el gusto no se hace esperar. Una fuerza impelente, sin duda, que propaga la cultura del racismo latente desde el dí­a en que se nace.

La tez negra, pues, es el más pérfido de los destinos que le pueda pasar a una familia mestiza. Este dilema social fue muy bien expuesto en una pelí­cula, protagonizada por Pedro Infante en 1948, titulada Angelitos Negros. La pelí­cula trata de un amor donde un famoso cantante se casa con una rubia rica. La rubia, sin saberlo, es hija de una criada negra donde reside. Cuando les nace el primer bebé a ambos, el bebé les sale negrito, la rubia cree que “la culpa” reside en el cantante y la madre, avergonzada, rechaza a su hijo y al cantante. Al final, la rubia se da cuenta que es hija de madre negra y termina aceptándolos otra vez en su vida.

Así­ pues, la suerte del afromexicano en México hoy no dista mucho de la del afromestizo novohispano, ya que aún sigue transmutándose entre los genes de una población que se resiste admitirle tal y cual como es. Ni siquiera en la imaginación del mexicano moderno ha llegado a tan lejos el afromexicano. A lo mucho tendrá en su conciencia nacional a un personaje de historietas mexicanas, creado por Yolanda Vargas Dulché en 1945, llamado Memí­n Pinguí­n. Este personaje es un «Negrito simpático de edad indefinida, mediocre estudiante de tercero de primaria. Tiene una sinceridad conmovedora y un alma sin dobleces, pero [que] también es malicioso y hasta tramposo» (Aguilera 2002). Mas esto deja mucho de representar al afromexicano contemporáneo con dignidad. Memí­n Pinguí­n tiene una somática exagerada con labios desproporcionados, de una tez color sumamente negra y para ser niño de primaria, calvo, dándole a parecer a un eunuco. Hay una perversa mentalidad, herencia del pasado colonial la que más impide al afromexicano poder expresarse con dignidad en la sociedad mexicana. Bien lo expresó Gonzalo Beltrán:

« …[esto es] un pensamiento que el mexicano hereda de sus antepasados coloniales. Todos ellos [los mexicanos] … tienen a los negros por una casta maculada de origen, por derivar de mala raza.» (Beltrán 1994:200)

Conclusión

El africano mexicano y su transmutación moderna, el afromexicano, tras el mestizaje a traves de los siglos desde tiempos coloniales, han sufrido en carne y espí­ritu el rechazo común de la sociedad donde viven para poder avanzar en la sociedad. Francamente su tez no es bien vista, lo que los ha conllevado a mezclarse entre la población en general. Hay un prejuicio latente en la sociedad que les impide existir, negandoseles un estatus digno dentro de la cultura a la que pertenecen, desde el momento de su incepción. No existe una representación apta y fidedigna del afromexicano en los medios de representación popular y si la hay queda lejos de la realidad.
Más estudios sobre el problema del racismo mexicano necesitan ser elaborados pues es un tema casi inexistente y además, estudios referentes al afromexicano contemporáneo también carecen de actualidad dentro de las bibliotecas de nuestra universidad lo que evito dar un aspecto vigente a la monografí­a.

Bibliografí­a Electrónica

Vaugh, Bobby. (2001) The Black Mexico Homepage, [online]. Disponible en: http://www.afromexico.com [accesada: Marzo 15 2002].

Thompson, Ginger. (2001) Race Strains a Mexican Campaign, [online]. Disponible en:
http://www.northamericaninstitute.org/articlearcive/nytimes111201.htm [accesada: Marzo 15 2002].

Aguilera, Guillermo. (2002) La página de Memí­n Pinguí­n, [online]. Disponible en:
http://members.tripod.com/gmoaguilera/ [accesada: Marzo 15 2002].

Wilson, Rita. (1998) Pedro Infante Movies: 1948-1949 [online]. University of Texas at San Antonio. Disponible en: http://www-personal.si.umich.edu/~rlwls/PI4.html [accesada: Marzo 15
2002].

Bibliografí­a Crí­tica

Palmer, Colin A. (1976), Slaves of the White God: Blacks in México, 1570-1640, Harvard University Press, Massachusetts, USA.

Palmer describe la presencia africana en México desde las rebeliones hasta las torturas por las que pasaron durante la inquisición y la conversión de estos al cristianismo.

Paz, Octavio (1959) El Laberinto de la Soledad Colección Popular ed. FCE, España

Paz escribe sobre la identidad mexicana y sus varios aspectos culturales y costumbres.

Beltrán, Gonzalo A. (1989) Obra Antropológica II: La Población Negra de México, Estudio Etnohistórico, Universidad Veracruzana, México.

Estudio etnohistórico que cubre la trata de esclavos en la Nueva España desde su importación hasta la administración. El autor presenta tablas de clasificaciones raciales de la sociedad colonial novohispana y guarismos donde se discute el posible censo de africanos en la Nueva España.

Beltrán, Gonzalo A. (1994) Obra Antropológica XVI El Negro Esclavo en Nueva España:La Formación Colonial, La Medicina Popular y Otros Ensayos, Universidad Veracruzana, México.

Estos ensayos abordan los temas del comercio del negro dentro de la sociedad novohispana, tipos de explotación, sus aportaciones alborales y la aportación a la cultura mexicana.

Sanguinés, Guevara M. (1995) Participación de los africanos en el desarrollo del Guanajuato colonial en Montiel Martí­nez Luz Marí­a, 1995:182.

Marí­a Guevara habla de los africanos que llegaron en el siglo XVI como esclavos, tanto a la zona minera como a la agrí­cola y ganadera de Guanajuato, después de la conquista de la ciudad de México.

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