reader resistance

Tengo varios posts en ciernes. El uno, desarrollar más la posible entrevista con el Reader’s Weekly; otro sobre los ruidos de mi casa, otro sobre quién sabe qué, hoy en dí­a, las ganas de escribir son menos y la apatí­a vuelve a cundir sobre mi mente y la pienso mucho, bastante, para escribir, plantar mis ideas sobre la pantalla. Hay veces que logro entusiasmarme lo bastante como para poder empezar el proceso de escribir y prosigo, inmediatamente a distraerme del evento. Creo que no escribir es parte del proceso de escribir.

Hoy escribo esto porque leyendo al Buen Ras Roger, me doy cuenta que él sí­ tiene aquellos huevos de trasplantar sus pensamientos a la pantalla que antes en mi era una cuestión cuyo motor era el impulso, lo espontaneo.

Pero hoy suscitó en mí­ algo que me repercute por estos dí­as.

Tengo mucho tiempo resistiendo leer sobre el conflicto israelí­-palestino. Simplemente esquivo la vista cada vez que esas noticias salen a la vista. Ya no quiero saber nada de Israel o de Palestina. Ni una palabra más. Y así­, me conduzco por la vida, ignorando el dolor que ahí­ se vive en esa parte del mundo porque simplemente ya no puedo sentir más, estoy inoculado contra ese dolor, insensible. Estoy harto del poderí­o de Israel y todo lo que le hace a los palestinos. Estoy harto de cómo el mundo entero ignora lo que Israel le hace a la población palestina y cómo todos de repente nos tornamos impotentes ante lo que Israel hace a sus anchas en contra de los palestinos. Estoy harto de la mentalidad de los que ejercen el poder en Palestina e insisten en un esquema retrogrado, ver gente de palestina deambular las calles de Suecia bajo miradas sospechosas. Estoy harto de que el conflicto guié mis palabras cuidando de no ofender a ningún bando de ese conflicto. De lejos he sentido el terror. Las palabras, la credibilidad, la moralidad, pensar en la gente, las futuras generaciones de palestinos, las deserciones de los soldados israelitas que ya no pueden vivir en Israel, el amigo de EEUU en las NU todo, absolutamente todo lo he sentido ya sea en Suecia, California o Tijuana y estoy cansado, se podrí­a decir que estoy trillado, por los medios electrónicos que reportan, reportan, y reportan de las crueldades de ambos bandos y lo que ambos se hacen los unos a los otros y cómo esconden el terror que imparten ambos tras una semántica de legalismos para poder ganar la batalla mediática mientras el futuro tardará en empezar a sanar las heridas abiertas que solo décadas enteras causan. Es un cuento de nunca acabar y ya estoy hasta las madres de él.

La mentalidad que los israelitas están ocasionándole a los palestinos es un crimen en sí­, los dejan en un estado de inferioridad que sólo alcanzo a comprender como xicano tijuanense en California, donde no ser como los demás me excluí­a de la compañí­a de el resto de la sociedad. Pues no era ni gringo ni poseí­a las caracterí­sticas del mexicano sureño. Los palestinos sufren más, peor, pues qué pasó en Gaza? Tuvieron que levantar las murallas otra vez, otra vez al encierro de la represión. Otra vez a sentir el poder israelí­ dí­a tras dí­a.

Quizá los peor es que ese conflicto le obliga a uno tomar una decisión. Mi decisión no es tomar partido con el uno o con el otro. Mi decisión es dejar de leer el conflicto. Los limites de la impotencia me han rebasado ya. Reina la apatí­a, la cruel realidad de que mi voz o mi manera de pensar no le hacen mello alguno al conflicto. Ni siquiera puedo alterar el curso del discurso israelita-palestino. A estas alturas, es un conflicto más. Habrá un perdedor y un ganador. Conmigo han perdido una voz, un decir, y solo queda el hueco de la indiferencia. No me importa ya.

Es una ironí­a clara, sin claroscuros, ni nada así­ que la cultura que nos regaló la noción del libre albedrí­o hoy este aplastando las decisiones hechas justo por el libre albedrí­o. Y así­, ambos se niegan a aceptarse los unos a los otros. Con esto me refiero a que Gaza votó por Hamas.

Y cierro con está notita:

Lo curioso de todo es que Israel pudo demostrarle al mundo que no eran igual de bestias que el resto de la humanidad, pero no, mí­renlos ahí­, son iguales de humanos que uno, contienen un corazón negro como los demás. Los palestinos pudieron también alterar el curso de su historia pero no, persisten las viejas mañas, el mal pensar, la mala sangre, en ambos.

Bienvenidos sean hermanos nuestros, pues compartimos el mismo corazón.

Amén.

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