En un país como los USA donde ir a México significa libertad sin límites y cuya atracción principal es quebrantar todo tipo de leyes y estar libre del rigor que los ramos jurídicos imponen al gringo de los EEUU, el siguiente cartel en Tijuana adquiere muchos significados.
En primer lugar porque sé que el cartel denuncia pornografía infantil pero a la misma vez también denuncia algo que quizá los cerebros creativos de la campaña antipornografía infantil no tuvieron alguna intención de subrayar.
Por la red existen cantidades de fotos que capturan la pobreza de los niños pendencieros en las principales calles de la ciudad de Tijuana, muchos de ellos niños mixtecos de procedencia oaxaqueña pero nacidos en Tijuana y que son Baja Californianos por nacimiento. Este tipo de pornografía primermundista por fotografiar ”el escándalo” delante de ojos del primer mundo es fotografiado con un solo propósito: recalcar que tan pobres y crueles somos los segundomundistas con el solo propósito de realzar cuan superiores son los primermundistas.
Nunca he comprendido este aspecto protestante por escandalizarse ante la pobreza de los países católicos que conforman la mayoría en América Latina. Es como si fuere una novedad cuan ingratos son nuestros pastores fieles al orden de la pobreza mientras la jerarquía disfruta de riquezas de este cruel mundo que tanto desdeñan del púlpito de la pobreza en que generan las riquezas del alma ajena para el bien del Uno.
Pero ahí los tienen, sacandole fotos a la pobreza que existe entre los menores de edad de México para mostrarles a sus amistades del primer mundo que diferencia existe entre México y los EEUU u otro países de igual estandard.
México merece eso, los políticos, la jerarquía eclesiástica inútil que conduce un rebaño ciego sin cerebro, y un pueblo ignorante de lo que quiere de su propio bien.
Quizá hablé como buen protestante, quizá como un corrompido ente mexicano, un vil pocho, pero sé que no está bien ver niños en la calle pidiendo limosna así como también sé que está mal que exista tanta estructura para el mal que garantice un placer al mejor postor siempre y cuando haiga lana, ese tipo de capitalismo es malo para el cuerpo de un país, para el alma de un pueblo y mala propaganda para mi ciudad.