las bienes raí­ces de la mala yerba

Tengo varios dí­as, o más bien semanas, contemplando, acariciando, el sueño, el dí­a, en que pueda pasar más tiempo en Tijuana. Para este fin necesito de un hogar para poder pasar aún más tiempo en mi querida ciudad. La idea es que dentro de unos cinco años, a lo mucho, pueda pasar todo el verano en Tijuana y después del estí­o, regresarme a Suecia. So por estos dí­as me la paso checando sitios de bienes raí­ces. Primero pensamos, porque me tengo que jalar a tj a la gíüera de mi vida, que una house, pero después de wachar por la red las propiedades que nos interesan, deducimos que está fuera de nuestro alcance mucho en parte por la ubicación que solicito. Así­ que de vez en cuando le doy la vuelta a los anuncios de departamentos en venta en los periódicos locales de Tijuana y parece que mis sueños tienen posibilidades de materializarse.

Lo curioso de este recherche pour un foyer en mi ciudad natal demuestra una, de hartas más, realidades surrealistas con dejo esquizofrénico que caracterizan o dotan el paisaje inmaterial de la leyenda viviente. Y es que para una ciudad que vive bajo la sombra de un acoso mediático tanto televisivo como periodí­stico, in perpetuum, de lo malo que es la sociedad que convive dí­a a dí­a en sus calles uno no dudarí­a en pensar que las propiedades que existen, o son parte de Tijuana, deberí­an de estar a precios de remate, no pun intended, off course. Y es que los precios por una vivienda en Tijuana casi casi son de iguales que el comprar una casa en San Diego. A mí­ se me hace exorbitante, por lo menos, que una ciudad con la leyenda que se carga Tijuana, tenga un mercado de bienes raí­ces cuyas propiedades oscilan en el medio millón de dólares. Amén del riesgo que implica comprar una casa de ese precio en Tijuana if you know what I mean.

Es un poco raro, digo.

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