Sacre bleu.
He dejado mi hispanicismo on the shelf. Me he vuelto lo que no he querido, y sin quererlo, fue sin querer queriéndolo. Me he vuelto nórdico.
Uf dí¥.
Tengo más de tres días de haber abandonado lo mas sagrado en mi hispanicismo. He desistido de mirar a la mujer en Suecia como un ser al cual aspirar a tener entre mis brazos.
Al mismo tiempo he dejado, sin mirar atrás, lo que pudiese considerarse como masculinidad en México. No me siento sexy y no miro a las mujeres y mi sexualidad se ha vuelto intolerable en el sentido de que uno tiene, después del todo, que ser parte de este mundo y parte de este cuerpo y parte de las atracciones que dominan al planeta.
No me interesan las nalgas en las mujeres, no me interesan las tetas y he dejado por completo de observar las cualidades que antes codiciaba para mi. Se me hace un ejercicio fútil. Serán las pascuas o algo.
Eso no quiere decir que no me den erecciones en las mañanas, sana seña de buena salud, mind you, o que de vez en cuando le jale el pescuezo al gallo.
Lo que ocurre es que la coquetería no se da aquí, así se plano, no hay manera de coquetear aquí. Simplemente no se da. No existe, son igual de fríos como el clima que les da. Eso de fríos quizá lo digo porque las cosas no me cuadran y simplemente no hay manera otra de describir el fenómeno. Así que ha falta de señas coquetas en lo cotidiano he, sin quererlo, abandonado el arte del coqueteo en Suecia. Así que mujeres van y mujeres vienen y lo único que quiero es no tenerles enfrente de mi para así no tener que sufrir este cambio en mi. Aunque de tanto evitar mirar a las mujeres como lo haría en Tijuana, o California, o sea, admirar la beldad de la mujer, esta practica me ha causado una costumbre de ni siquiera intentar de empezar a alabar las cualidades femeninas en una mujer. Son seres humanos que pasan de largo y ni siquiera valen la pena mirarlas con el único fin de obtener una gratificación visual para entretener el ideal de la mujer o soñar con poseer sus partes sexuales para mis deseos carnales.
Vaya, que se tomará más de 10 años para que el veinte me cayera es un record.
Es un mundo raro, extraño y el cual habrá que explorar.
Mas se me hace gacho, feo, y aún guardo esperanzas, dicen que eso es lo último en morir, que cliché, de coquetear.
El caso es que algo se debe en parte a mi edad, mi profesión y ahora ha resaltado la cuestión primordial, ¿por qué deseo practicar estas costumbres hispanas una vez ya en México? Y es justo eso lo que me hace un sueco. Me vuelto aquello que renuncio a ser.
Los suecos son afamados por darle rienda suelta a sus emociones una vez fuera de Suecia. Joder, me vuelto protestante. Urgh. A ver si no termino excomulgado.
Bueno, que no se me acuse de ser mexicano en Tijuana si es que me ven darle vuelo a la hilacha pues.
Suecia