Acá había dicho algo ya.
Y es que la puta Biblia me cae en la puta madre, seamos francos. He repetido hasta el cansancio que la imaginación castellana está colonizada por este puto libro de antaño que nada tiene que ver con las Américas, pero no, ahí tienen ustedes gente que todavía se vale de las metáforas o imágenes que la biblia ofrece ready-made para que las masas las consuman sin tener que digerirlas, como le dije a mi amante sexual al punto del orgasmo, son gente de poco seso y yo aún más por leer sus pendejadas mentales. Y me vale más que para pura verga que el puto Márquez mismo haya dicho que su paisana es toda una verga bien parada lo cual confieso, lo es, siendo que acabo de terminar su obra del 1997 que comencé odiando pero terminé alabando y estimando mucho su contenido.
La jaina es cabrona, venga, de perdis no se valió de un puto libro como el del perro Cervantes y su quémenlo en la puta hoguera ya de una buena vez por todas Don Quixote lo cual ya es en sí una especie de liberación amén de decirlo todo. Rulfo sale a flote así como la autora le rinde tributos, por igual, a Virgina Woolf y sus ideas andróginas mediante el nombre de uno de los protagonistas de la novela, Orlando, un niño que ayuda a nuestra despistada heroína subir y bajar del paraíso que dibuja.
Mas el piso del libro es la Biblia: Hay que estar o tener un mínimo de conocimiento sobre la biblia, aunque este conocimiento yazca en las profundidades del mal genético que heredamos hace más de 500 años atrás gracias a los perros asesinos de la Corona Española comandados por el perro asesino de Hernán Cortés y sus perros compinches.
Mas creo que a estas alturas la digresión, mal mio, hemos de confesar, aqueja la presente lectura.
Decía, el libro es buena lectura. El castellano, y decimos castellano mexicano para clarificar lo presente, sorprende por lo continental, o sea, el castellano que ahí se detenta carece de marcadas diferencias que lo harían diferente a un castellano como que el que utiliza Gioconda Belli cuyo español recalca lo nicaragíüense. Mas el español colombiano sorprende por su similitud al español mexicano. El trabajo impresionó por la lengua y por el tema.
Como en toda crítica me reservo el derecho a la resistencia que todo libro presenta como fenómeno de lectura. Mi resistencia yacía en que estoy aburrido de la biblia como metáfora para desarrollar una narrativa por ende el inicio brusco de este post, eso es lo que sucedió, esa es la primera reacción. Mas al paso de la lectura la autora supo ganarme, realmente no sé como logró granjearme pero sospecho que fue porque la voz de la novela produce un estado mental donde el zipizape del Yo es realmente visible. La mente, desde la óptica del pasado, recuenta el vortex de emociones por los que tuvo que pasar la heroína de la novela, en este caso Mona, de descendencia Belga que insiste en recordarnos su estatus social en cada capítulo del libro. Ese es otro aspecto que no me gustó del libro, las vigencias sociales que rigen la sociedad en que se desenvuelve sin producir un pizca de resistencia al estatus social que se presenta en la novela: los ricos no sienten nada por los pobres. Es más, viven su universo sin querer hacer cambios, se acepta el orden del día sin cuestionamiento alguno.
Quizá fue la sorpresa al fin del libro lo que me granjeó. Descubrí nuevas cosas de los ángeles descritos en la biblia y las polémicas que ellos causan. Es un libro interesante.