Yonder Lies It

dí­as de confesiones ajenas y otras intimidades efí­meras que el pecho no aguanta ya

Llevo tres años blogueando y con el paso de los años he hecho amistades que se han mudado de mi caja de comentarios a mi caja de correo electrónico sin previo aviso alguno. Son amistades que me toleran todo tipo de letras, formulaciones y desvarios mentales sin prejuicio alguno. Suman exactamente 6 ymedio y eso porque uno de ellos recibió la cigíüeña a manera de juicio jurí­dico ya que ni sabí­a que procreó un retoño al regar unas semillas un sábado de una noche ya de antaño, hace meses atrás, felicidades número 3 y esperemos que el chock de la noticia no sea tan amargo como las letras que has usado me describen la situación psicológica de tu estado mental por estos dí­as.

Prosiguiendo. Y no es que los tenga enumerados sino todo al contrario, son de diferentes colonias allá en Tijuana y ninguno se conoce así­mismo como tampoco pertenecen a la raza mediaclasera del Rafa y su gran Joke el TJBF, Yepéz et al. Bueno, algunos son medioclaseros, pero son medioclaseros de los buenos y peor tantito, son bilingíües cuyas afirmaciones de mis escritos sobre Tijuana los han hecho acercarse a mi blog porque en ello algo hay, me han dicho. Y yo que sostengo un vicio empernecido en no creer en la amistad; guardo mi cinicismo como un ermitaño guarda su soledad.

No es que sea la gran cosa hacer amistades por medio de internet, porque francamente, en más de los casos termina uno siendo más un confesionario de penas ajenas donde las letras traicionan momentos que una lucidez efí­mera les provoca escribirme para delatar sus pecados bilingíües, dilemas existenciales y problemas sexuales, y recientemente, en dos casos ya, de parte de una pareja lesbiana a la cual ni idea, y por mucho que les enfatize lo siguiente, de ruborizarse de insunuarme sus precavidas aventuras por barrios oscuros de la ciudad en la que viven como si uno no fuera de carne y hueso, número 4, sospecho que eres heterosexual.

En más de un caso les he tenido que decir, al número 4 y al número 1 que no me chinguen, que no me anden con sus mamadas que no estoy de humor para sus pinches conflictos poliglotas o preguntas subliminales de encuentros en Londres o Parí­s.

Los admiro, me respetan a pesar de mi manera tosca de ser, deberí­an. Menos no esperarí­a de ese gruppie. Eso de gruppie, admito, ha sido invención mia, ni modo, cómo más podrí­a uno demostrar la veracidad de lo dicho anterior sin caer en la tentación de poner todo los requisitos para que me crean, o sea, emails con sus respectivos ip addresses y códigos otros con acceso a mi Gmail account, oh, lector accidental de este blog quien sufres al leer está intimidad con la que te cargo hoy, a manera de confesionario, las diatribas por las que que tengo que sufrir, a manera de contestación al hacerle click al botón de mi correo electrónico. En fin.

Mis amistades electrónicas no son del todo malas, son seres que me comprenden y algún precio debe de existir por aceptar que mi realidad se aceptada tal cual es. Sí­, confieso, eso de prostitución siempre me ha caido bien, prostituyo mis ideas y las cambio por la próxima más buena, porque no es un trueque de ideas, ellos, ellas (2), condicionan la manera del intercambio de ideas: acepto lo que dices pero tendrás que aceptar lo que digo. Algo cercano a un 69.

Mas es saludables darles la contraria, más de una vez lo he hecho con el fin de chekear los lí­mites de las condiciones de la amistad electrónica. Lo confieso: soy un hijo de su putí­sima madre que no se tienta el corazón al ver letras que derraman sentimientos cuya aparencia dan señas de encontrarse en dolor, esa es mi condición al entrar en las mentadas amistades electrónicas: no te voy a creer nada de lo que me escribes y dudaré de todo lo que venga hací­a mi en forma de letra.

Es más bien la regla no escrita porque así­ nunca lo he dicho.

No me gusta poner en palabras cosas cuya relevancia tengan un significado demasiado cercano a un acto, instead, dejo que mis actos hablen por si sólos.

El año pasado abrí­ una cuenta de Gmail y en menos de 9 meses llené la caja con puros emails de este tipo de intercambios electrónicos y que ahora mismo estoy trabajando a forma de novela. Sé que el lector astuto tendrá dificultades en creer lo anterior y le comprendo sus sospechas y lo que es bueno para la iglesia es bueno para el cura.

No, no soy prolí­fico en las letras sino que he tenido la suerte de cartearme con personas que tienen más de una migaja de inteligencia en lo que dicen y eso hace que el cerebro sea estimulado. No, tampoco soy una verga para las ideas pero por lo menos se requiere un poco de imaginación para poder conllevar una correspondecia electrónica donde más que la amistad influya en el intercambio, por eso no me tiento el corazón al escribir, son meras letras sin valor alguno tanto para el que escribe como para el que lee y sin tienen sesos lo sufientemente grandes detectan que mis letras nunca van hacia las personas sino a las ideas. Soy franco hasta las madres y no tolero que no me comprendan, hola, mi nombre es Julio Sueco y hoy he escrito una minificción.


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