Recuerdos de un inicio de exilio.
Dios, las vergíüenzas por las que uno tiene que pasar. Mis amigos de Redwood City. Urgh, como odiaba esa ciudad, la soledad me abrumaba y no tenía ’amigos’.
Yo soy el de las gafas. Tenía dos años ya en aquel pueblo que me robó dos años de mi niñez sólo para que me robará otros 6 durante, lo que lo los gabachos llaman como
Young Adulthood. El que está sentado a mi lado es un vasco, Carlos, de
Donostia. Lo admiraba. Tenía ese aire europeo que me causaba sensaciones encontradas. Formó parte de esas amistades que uno nunca comprende, como es que el rechazo y la amistad pueden ser lo uno y la misma cosa. A pesar de todo nos caíamos bien. Compartimos muchas borracheras, cigarros y conciertos. El chinito es un Colombiano que nos argíüía que no sabía cómo era que sus padres producían dinero. Le encantaba el metal como su camisa de
Testament, una banda de thrash metal de los 80’s, lo atestigíüa y era toda una verga para las matemáticas. El otro guey era un chicano que no sabía que era un chicano mas aún así andaba con nosotros, un crew de morros sin nada que hacer en Redwood City.
Recuerdo que cuando me tomaron la foto me sentía mal de mi imagen, como siempre lo he estado. Ahora miro la foto y no sé, quizá un flujo de romantización me embarga. Todo esto por la rola que tengo en mi radio.blog. Orange Peels, Redwood City.
Como pasan los años o como diría mi agíüe con su tono de resignación positiva, ’
ya lo que queda es ganancia’.
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