Yonder Lies It

retort

Burgues sale en defensa de la apatí­a. Discute un sin fin de non sequiturs y sólo abarcaré aquí­ ciertos puntos que me dejaron pensando, puntos como la izquierda, alusión a que no estoy en Tijuana/México, y cierto pasaje de su vida en Tijuana donde ’sufrió’ el mal del PAN.

1.- La izquierda no es una utopí­a. Es una ideologí­a polí­tica y como cualquier ideologí­a polí­tica tiene sus defectos porque como toda cuestión ideológica todos quieren dar su versión al respecto. En México tenemos poco experiencia con la izquierda. El PRI cesó de ser de izquierdas al momento en que optó por el estatus quo y defendí­a más las instituciones que estos mismos crearon que avanzar una ideologí­a basada en principios de la izquierda. Eso hace más de 50 años atrás. Que haya pretendido ser de izquierdas es otra cosa, mas nunca lo fue, ni en papel. Desde que tengo conciencia polí­tica, México siempre ha sido guida por ideas de derechas y realmente la derecha, los conservadores, son los que más han echado a perder la nación, no en dos lustros sino por decenios. Así­ que mi sed por justicia, por ver a mi paí­s superar los agravios de antaño tildan a la izquierda. La derecha ha prometido mucho, por muchos decenios, nada nos cuesta calar las propuestas que la izquierda ofrece. Por último, la izquierda no es AMLO, la izquierda es una mentalidad.

2.- No hay nada más cómodo que ser un comunista en Parí­s dice nuestro amigo Burgues. Esto demuestra que Burgues desconoce las nuevas realidades de México. En México y fuera de México, todos los mexicanos contamos. Mas comprendo a Burgues. Ese espeto es una caracterí­stica muy común entre mis paisanos y que viene de antaño, simplemente, antes de que nos podamos sacudir de esa mentalidad nefasta tendrán que pasar por lo menos dos generaciones. La realidad polí­tica del mexicano es otra: podemos votar en el extranjero gustele o no le guste a nuestro amigo de derechas, su apatí­a le apuesta al estatus quo. Así­ como nuestro Burgues conservador no está al tanto de la historia contemporánea de México. Los últimos comunistas de verdadera talla se quedaron en la era de Frida Khalo y Diego Rivera. De ahí­ pa’l real fueron aventados desde helicópteros al mar por el ejercito del pueblo, o torturados y balaceados, como Lucio Cabañas, por balas a costa de nuestros impuestos.

3.- Recuerdo muy bien el baño. Era un bloque de cemento con un hoyo en medio en una esquina de la celda. Ahí­ miabamos, ahí­ cagabamos, enfrente de todos, a patito y rogándole a todos los dioses atinarle al hoyito. Las celdas no tení­an focos y no habí­a ventanas para que entrara luz del dí­a directo a nosotros, sólo habí­a unos hoyos cuadrados lo suficientemente grandes como para ver si estaba nublado o no. Por las noches no se aguantaba el frí­o. Con suerte algún pariente se enteraba de uno y nos pasaban cobijas. De comer no habí­a nada más que la misericordia de las hermanas católicas que llegaban repartiendo birotes enbarrados de parrales o peanut butter and jelly. Eran, en aquel entonces, si algunas 8 celdas en total, una siendo más siniestra que las otras donde la oscuridad se podí­a palpar y el tipo de criminal, era un verdadero criminal. Con un poco de suerte lo dejaban a uno talachear y poder así­ pasar cigarros, pildoras, mota, revistas y trueques x. Siempre habí­a un talachero, barriendo los pisos de cemento, trayendonos galones de agua de la llave del cual todos tomaban o haciendo multiples oscuros favores entre los prisioneros de los judiciales. Naturalmente, las historias abundaban. Todos contaban cómo tronaron y qué métodos los juras utilizaban para hacernos cantar. Habí­amos, variando dí­as, entre 6 a 12 personas las cuales bien podí­an permanecer así­ o disminuir en cuanto la gente la libraba por medio de soborno, para eso lo encerraban a uno, para bajarle a uno una feria, porque nunca se veí­a papeleo, pues los juras nos hací­an ’un paro’ al desafanarla, rara vez pasaba gente a los separos de los burocratas y aunque la ley dictaba 72 horas conocí­ bastante casos donde se hablaban de semanas. Se puede decir que los juras eran unos raptores con placas, antecesores a los hoy mencionados secuestros express. Lo peor de todo es que ir a la jura significaba una caliente a huevo, era la manera en que controloban la ciudad en la decada de 1980 y sabí­an cómo corrí­a el agua. Conocí­ mucha gente que probó el tehuacán con polvo de chile por la nariz y madrazos a morir, lo que yo sí­ viví­ fueron madrazos y una especialidad muy popular allá por 1987: los toques.

Me agarró el Aguayo, un jura bien culero que nos odiaba a todos los de barrio, nos levantaba de barbas y nos daba vacaciones cortesí­a de algún negocio enfadado con nuestra presencia y nuestro ruido de todos los dí­as, así­ era esa decada, donde el desempleo entre la juventud de Tijuana era enorme. El Aguayo y un gordo bien mastadonte que si hoy lo veo le parto en su madre por culero, me sacaron de mi celda, salí­ cabizbajo, me querí­an achacar unos robos y como no capeaba los culeros me descalzaron, me esposaron y me hicieron que me sentaron con las piernas estiradas en un piso lleno de arena. Me pusieron unos cables en los dedos gordos del los pies, y después colocaron los cables a una baterí­a de carro. Me hicieron brincar y pegué un grito que escamó a los juras, se oyó hasta los celdas supe después. El gordo se me subió a los hombros y me tapó la boca, sólo alcanzaba a estrujirme haciendo al gordo sudar la gota gorda.

Burgues, cualquier dí­a del año te cambio tus dí­as culeros con el PAN por los mios con el PRI.


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