Los miras caminando por las calles. Hay veces que se detienen y causan curiosidad por la plaquita que les cuelga en el bolsillo derecho de su camisa blanca. Es como un uniforme, con corbata negra, camisa blanca, pantalones negros y una mochila. Siempre están bien cuidados, su aspecto físico es impecable y siempre andan de dos en dos para resistir las tentaciones del ’mundo’. Se alejan del todo por 24 meses y sólo están permitidos hablarles a sus padres dos veces al año. Escriben mucho, eso sí pueden hacer. Por eso la carta de Elder Carlos me sorprendió bastante, tenía más de un año que no lo veía. Me encontraron una tarde de Agosto, por el puente Salimero mientrás contemplaba la vista a la ciudad gótica.
Estimada Xóchitl:
No sabes el cambio radical que me causó tu beso en mis labios.
Ni más ni menos, fue un beso inocente pero lleno de amor, no le puse mayor deparo hasta que vi sus mejillas todas coloradas y la mirada de sorpresa en Elder Mark. Para mi fue normal, ni significó nada, hasta más después, en otra de mis vagancias sólas por esta ciudad de este ’mundo’ mio.
Andaba cruda el día del encuentro, ellos eran los primeros seres que conocí que no fuera mi ’mundo’, lleno de parties, de birrias, cotorreos y cachondeos. Por eso me gustaban, me sorprendió la manera en que hablaban, era muy diferente al de mis amigos, siempre riéndose de todo. También miraban diferente. Jode, tomaban las cosas en serio. Yo sí apenas sobrevivía y me salía de mi ’mundo’ a solas porque no aguantaba mucho el rincón de mi sociedad. So camino sola para no sé que chingados pero me gusta. Los invité a mi casa. El olor a cigarros y marihuana no les pareció molestarles y nunca me hablaron de Dios ni de su religion pero yo sí les hacía multitud de preguntas, qué hacían en las noches por ejemplo y me reía, como si fueran tan maliciosos como mis amigos. Y contestaban. Por un rato me hicieron sentir como las calles que camino a solas me hacen sentir. Fue una amistad rápida, no duró ni las 3 horas regadas en mini encuentros en secuencias de aquí y allá, eran tan inocentes, se los olí luego luego, pero se tenían que ir, tenían 24 horas para estar en Houston. Los acompañe a la central de trenes. Me puse las gafas negras y me despedí de ambos. Fue cuando le dí el beso a Elder Carlos, nos despedimos, se iban.
Hoy fue cuando me llegó la carta. Y salí a caminar y me paré en el puente otra vez, quería sentir, revivir aquel encuentro entre ellos y yo.