El mestizaje y el sistema de apartheid que imparte el estado mexicano: primera parte

¿Por dónde le entra lo indí­gena a un tijuanense?

Esta pregunta es de suma relevancia para aquellos que nos interesa debatir la ideologí­a mexicana/estatal que presume dictarnos que el mexicano es un ente cuya formación se debe al mestizaje entre lo europeo y lo indí­gena.

En Tijuana esto adquiere una relevancia además de prioritaria como ultra supravital a la identidad de uno ya que eso forma parte del psique mexicano en la frontera..

¿Quién se atreve a ver la verdad? ¿Quién se atreve a trascender el estereotipo, el racismo que el estado mexicano imparte generosamente a raudales por doquier?

El indí­gena entra por medio de la pobreza, la mugre, el estado paupérrimo en que el gobierno tiene a sus ciudadanos. El indí­gena entra por medio del rechazo, en las calles facistas de la Ave. Revolución y sus mafias ultraYunques que no quieren que la suciedad de la miseria sea vista por los ojos gíüeros de los gringos, por los ojos del primer mundo. Se asoma abriendo sus piernas en la Coahuila, donde las mujeres mixtecas, mestizas y de otros estados pobres de la federación le dan placer al racismo del hombre blanco. Entra por medio de la limosna, por ese sistema de indignación que mantenie a miles de ciudadanos mexicanos en la podedumbre de las alcantarillas.

Por ahí­, por el pelo negro sin brillar, por el cabello que jamás ha visto un conditioner, por la piel morena y arrugada por el inclemente sol bajacaliforniano. Por lo diferente, por la venta de elotes, por la venta de aguas de garrafón, por la venta de cucherias alien al tijuanense. Ser indí­gena es lo peor porque lo gíüero es lo que rifa.

Y ahí­ se nos queda, lo indí­gena, el rechazo.

Por ende

¿Y de dónde, se podrí­a uno bien preguntar, quiere el estado que el orgullo salga por lo de uno cuando es el mismo estado mexicano, la entidad federativa de la nación, la que mantiene a la población indí­gena de México, que supestamente deberí­a de brindarnos raudales de auto estima, sumida en la porquerí­a? Y si tanto le apuesta a esta ideologí­a, ¿por qué no invertir en ella como se invierte en la democracia? ¿Por qué no darles a los indí­genas medios para que prosigan con sus vidas en vez de condenarlos, a diliuirlos, al mestizaje? México está compuesto hasta de un 90% de mestizos, que porcentaje quiere más el sistema federativo para no sentirse amenzado por la mente indí­gena?

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