más allá, tras lomita

Pocos pueden dar el acontecer del lote baldí­o en la conciencia del tijuanense.

Los lotes baldí­os en mi ciudad alojan almas humanas: la escoria de nuestra sociedad, donde se perpetran inimaginables crí­menes a lo que se considera el cuerpo humano. Los lotes tienen la caracterí­stica de dar miedo aún en pleno dí­a. Hay algo en un lote baldí­o que cuando se devisa logra conmover los interiores privados y que logra penetrar la debilidad que nos hace sucumbir a la advertencia que presenta: como el color en ciertos animales venesosos.

Un lote baldí­o es un desierto de soledad en plena urbe, dentro de las masas que constituyen la infrastructura de una ciudad que siempre ha querido ser. Nadie te ve. El flujo de la humanidad sólo alcanza a comprender de reojo el vacio que un ser humano atravieza al recaer en la forma humana exánime: sucio, renegrido, con costras de tizne urbano, alcohol de caña. Un lote baldí­o alberga actos humanos de la peor í­ndole, violaciones, actos sexuales de todo tipo, lugar a mear, defecación. El descuido de la propiedad, intentos de delí­mitar un espacio, lleno de fracasos, el último refugio for those who have hit bottom.

Cuando construyeron el canal de Tijuana crearon espacios para este fenómeno en nuestra ciudad. Debajo de cada puente que atravieza el canal existe un espacio donde se puede ver una puerta, por igual adquieren una caracterí­stica similar al Lote baldí­o. Aquí­, tanto dentro de las sombras que habitan esos espacios, porque el sol no logra alumbrar tanta soledad en un dí­a, como dentro de los espacios detrás de la puerta se manifiestan los peores actos posibles tanto del pasado como del presente. Mas aquí­ también se ha soñado. Ahí­ donde las bolsas de chemo, las jeringas, las humaradas de mariguana han dejado su huella y el papel de toilet su aparencia indecente, miles han logrado soñar y hacer de ello una realidad, la esperanza florece entre tanta defecación humana.

Tanto en el canal como en los baldios la imaginación del vagabundo es aparente. Ahí­ se hacen fogatas en medio de una urbe tan avanzada tecnologicamente como lo es Tijuana. Es curioso como las latas de Hérdez, de frijoles refritos Rosarita, y paquetes de tortilla de maí­z dejan indicio del paso del pasajero.

Baldí­o traducido al inglés nos invita a la sorpresa, su aproximación: wasteland.

Son treatros llenos de locura, manicomios que alojan voces que hablan con la vida.

Mas nadie presta atención.


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