Yonder Lies It

7 minificciones suecas en siete dí­as: parte C

De todas las risas posibles la que más disfruté fue cuando caí­ enfermo con fiebre.

Tráeme unas tabletas de penicilina de la farmacia, le dije sin pensar dos veces.

Automedicarse no es la gran cosa.

Necesito receta para eso, me dice, de manera como diciéndome extranjero, con esa mirada que me socava la razón and it alienates me from all. Que hace que el color de mi piel pese, like a ton of bricks.

Resisto la enfermedad y resisto la intromisión de la realidad en mi vida, resisto creer que mi lecho está hecho por IKEA y que la lámpara en mi nightstand no es de Frí¤lsningarmén como se les conoce a la Salvation Army aquí­.

Desembuchó al verme tirado en la cama abrazando el sarape que compramos en Odenplan, Stockholm, al extremadamente caro precio de 300 coronas suecas: así­ perdí­ a un hijo, me dijo con esa mirada, con esos ojos azules, por fiebre.

Yo tení­a un recuerdo a la mano, una solución a mi problema y unas terribles ansias de Gusano Rojo.

A estas horas estuviere en cama, con jitómates tostaditos dentro de un par de calcetines viejos bien puestos en las plantas de mi pies, y una bufanda enrollada con jitómates chorreando de lo caliente por todo mi cuello. Querí­a pildoras, penicilina, y se antojaba un chorro de mezcal, afuera, hací­a frí­o, la depresión cerraba cortinas, como el dí­a en estos dí­as otoñales, a las 4 de la tarde, oscurecí­a.

Me dieron anginas. Al hijo de Erika le dio fiebre y lo dejaron sufriendo hasta el último momento. No sabí­an que hacer, hasta que el doctor llego con su botiquí­n. Too late. Two hours too late.

Aquí­ aprendí­ a apreciar aquellas rondas por el patio de la casa que compartimos en la independencia. Mi jechu y yo. Estaba ya ruquita la ñora. Pero si la agarraba uno del brazo ella caminaba con su bastón. No podí­amos caminar mucho por el patio no porque no fuera grande ni espacioso, muy al contrario, la bronca es que habí­a demasiadas plantas. La ruda esto, el oregano aquello, el té de manzanilla esto. Cada planta tení­a un remedio. A la quinta planta ya le pesaban los años, el conocimiento, el aire para soltar la verdad de las matas en macetas de latas Herdez. Nunca le hice caso.

Erika me mira. Los problemas del primer mundo son tragedias del conocimiento casero perdido; de repente la voz de la experiencia desaparece. Dependen de otros, del quality knowhow.


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