Sketch III

Realmente no me animaba, platicar con ese gíüey es de tres a cuatro horas corridas y la cerveza fluye lenta, además de que hay que pensar. No es queja, lo que pasa es que en aquel entonces estaba ocupadí­simo editando un libro para un amigo, me esposa estaba embarazada y el gobierno, putos burocratas mexicanos, pedí­an todo con sello de notario y eso hací­a el papeleo de la demanda con la que estaba trabajando un trabajo doble, en veces triple si es que habí­a que sobornar con chocolates Ferrer al notario, cuadruple si es que los querí­a de la See’s candy store allá en Chula Vista, conocida entre la plebe como Juana Vista por eso de los tijuanenses que viven ahí­, eso significaba cruzar la Lí­nea. Al último me convenció: sobres gíüey, el puto Red Square no va a durar toda la vida y la muralla de Berlí­n ya se cayó, están numerados lo dí­as de ese pinche antro. 1991. El Yorsh da pormenores del antro, es buen perro el gíüey ese. El Red Square sólo tení­a una función, popularizar las reformas de Gorbachev entre la clase militar de San Diego que suele deambular por la Revú buscando libertades que en su paí­s de la libertad y democracia no encuentra allá sino acá, TJ my friend. El Red Square, con la я volteada í  la Moscú [dato curioso es que la R rusa es una p y no una r alrevés, esta última es una ya, pero el pedo era que se fueran con la finta, ya conozco a los mios de la Revú, así­ les bajamos la lana puesn], como dicen los gabachos era tacky, su decoración, o como dicen los franceses facade, era una imitación de madera de segunda pintada de rojo (no sé como fregados pudieron conseguir los permisos para tal espectaculo) que reconstruia las famosas cúpulas de la catedral de San Basil allá en Moscú a excepción que estas útimas la una pintaba cuadrados azules y la otra rayas de color beige, ahí­ figúrese usted.

Los meseros de ahí­ eran compas y con una lanita nos abrieron el tercer piso. Nos pusieron una mesa y yo saque mi pipa. Dejenme abrir un paréntisis aquí­, pues es menester hablar sobre la pipa ya que antes me habí­an acusado de hombre de pocos escrúpulos por ella. La historia de la pipa va así­, así­ que si las malas lenguas se adelantan no se digan desprevenidos, ahí­ les va pues. La pipa que llevé ese dí­a a la conversación, de hecho la que llevo siempre que platico con ese gíüey, es una pipa de las llamadas Port Canadian/Billiard de la compañia Larsen. El caso es que la obtuvé por medios casi í­licitos a no ser por circumstancias mayores pues resulta que se la compré a un renombrado caco del barrio, Juan Pí¨rez alias el Buen Chuco, quien insistí­a que el acento en la e no estaba equivocado además de ser un caco de esos que sólo se aventaba jales allá en el Otro Saite. Al otro dí­a no podí­a ya con las malas vibras y al buscarlo para indagar de donde se habí­a apoderado de tal efecto supe que lo habí­an quebrado y hasta la fecha el verdadero dueño de la pipa permanece en el misterio y en mi posesión. Lo único que sé es que su dueño vive de seguro aún en San Diego. Fin de paréntisis. Saque mi bolsita de tabaco y rellené la pipa con una buena dosis de Danske Club Black Luxury tobacco y a platicar.

Entre bocanada de humos y el ruido de la calle donde el inglés y el español se mezclan como debe discutimos un tema que le cundió, no sin desmedida, un cierto pánico a mi amigo: llegó a la conclusión de que en México la mafia mexicana era sólo una excusa para contrarrestrar el poderí­o de los EEUU. Decí­a, argíüí­a mi amigo, que toda buena nación necesita de una buena mafia y así­ la noche se fue en discusiones de estado.

De eso ya hace ha más de tres lustros y aún me hace pensar. Lo curioso es que casi no hay mafiologos, por un así­ decirlo, en México. Los únicos son Blancornerlas y el Buho Valle los quienes por estos dí­as han escritos muy bien sobre las mafias en México tanto del pasado como del presente. Me llegan a la mente estos pensamientos porque hoy saque de nuevo la pipa y creo que a lo mejor hay un grano de verdad en lo que mi amigo temí­a. Es para ponderar sin duda.


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