Hay cosas en las que soy un burro analfabeto. Vivir entre mujeres ha hecho resaltar este aspecto en mi. Mis hijas están creciendo, una de 8 años y otra de 11 me están haciendo ver aspectos sicológicos que jamás hubiere podido entender a no ser que ellas están a mi lado y yo tengo que estar con ellas todos los días.
Hay que distinguir, por ejemplo, entre gritos. Hay que escuchar las variaciones en los decíbeles que un grito de mis hijas causa. Para mi son todos gritos y un grito, en mi cerebro, es una seña de peligro o de que algo está mal. Para mi mujer no. Si alguien pega un grito me saca de mis meditaciones personales mientrás que mi mujer placidamente me dice que ni me moleste. Que es un grito insignificativo, así como si yo hubiere dicho aló en voz normal. Mientrás, yo con las puntas de pelo estilo puercospin por el grito me quedo viéndola cómo es que su vida ni perturbada fue. Cedo ante la sabiduría del oido de mi mujer porque al comprobar los hechos hasta mis hijas aparentan una normalidad y se sorprenden que haya hecho caso como si el grito (de alarma que a mi me pareció) lo hubiese dado yo.
Otra es cuando hablan, las mujeres no hablan para pedir cosas o contarte cosas, las mujeres o te lo sugieren por medio de tonos de voces, que bien no cairía mal un libro de desencripción femenina para saber que es lo que dicen o te mandan señales a medias para ver si uno está alerta o despierto. Es por eso que las palabras de mi shijas parecen nunca dicer lo que uno cree que dicen. Más de una vez me he visto en situaciones donde mis hijas me dicen una cosa y mi mujer me dice que no es así que es todo lo contrario, que dijo X pero que quizó decir Z (what the?) Cuando mi mujer me cuenta cosas es otra cosa, le encanta que use los pronombres interrogativos, qué, cómo, cuándo etc ad infinitum, nada hace más feliz a mi mujer que este spoon feeding de información, para mi exasperación he de decir. Soy norteño y he descubierto que esa fama del norteño mexicano de ser francos y al punto es una verdad, y es así cómo me gusta que me las canten, rápido y al grano. Y al parecer mi shijas están aprendiendo esto también. Otra cosa es cuando ven la tele, estoy casi seguro que los hombres y las mujeres ven la tele de manera diferente. Yo miro tele. Mi mujer y mi hijas hacen analisis de los personajes. Donde yo no le tomo importancia a las palabras ellas miran el aspecto emocional del personaje y sacan conclusiones que, francamente, ha no ser por ellas jamás me doy cuenta que fulano está triste o decepcionado por mangano o que los personajes guardan motivos ocultos. Mi cerebro primitivo sólo pide acción, sangre, violencia, ciencia ficción etc.
Y tal parece que mis hijas están siendo inculcadas en este arte secreto femenil. Hay cosas que no entenderé de ellas jamás así pasen mil años de evolución biológica entre las especies.