Me doy cuenta que Tijuana se está volviendo copia fiel de la cultura Xicana. No es sorpresa para nadie que aquí en estas letras se argumente que Tijuana es Aztlán también. Multitud de pensamientos hemos volcado al lector anónimo de está bitácora sobre los argumentos y similitudes, tradición y lazos que unen a Tijuana y los tijuanenses con la cultura Xicana pues es con ellos con los que más nos entendemos aunque el nacionalismo mexicano de algunos renieguen a capa y espada que esto no es cierto y quizá diga mucho eso de ellos pues suele ser el renegador un extraño a las tierras de Aztlán.
Pero mi observación iba a otro tema. Leía yo la versión impresa del Frontera cuando me tope con el anuncio de la feria del libro 2005 [ojo, .pdf]. Ahí se puede apreciar la agenda del día de ciertos títulos y libros con sus respectivos oradores y es cuando me cayó el veinte.
Tijuana se está volviendo un tema académico. La gente, su pueblo, está quedando atrás. Solíase ser que las historias del pueblo eran contados por la voz del pueblo, ahora es la voz del catedrático el que explica para otros el pueblo, el fenómeno.
Así sucede mucho en Aztlán Southwest, es más un tema de romanticismo académico que vivir la cultura. El manantial de donde salen las ideas a explorar, en este caso más bien la esencia del pueblo, no se vive, se explora y se vuelve nostalgia en ciertos segmentos de las aulas de las universidades. La mirada se aleja del río donde la cultura fluye y se observa con detalle el sedimento donde corre el raudal de la vida .
Ansina también ya en Tijuana.
Lo que causó este pensamiento fue el libro a presentarse de Paul J. Vanderwood titulado: Juan Soldado, rapist, murder, martyr, saint. Lo que muchos tijuanenses no saben es que Juan Soldado ya no es un santo propio de Tijuana, del pueblo. Hace 20 atrás todavia lo era. La gente normal, pobre y fervente, llena de fe iba y le dejaba sus oraciones o clemencias, favores de intervención a una especie de cueva que ahora luce una pequeña choza de ladrillos í la Jesus Malverde. Ahora ya no, es una leyenda urbana que se discute en ambitos académicos y no es una leyenda propia de Tijuana que se pasaba de boca en boca entre los tijuanenses, entre doñas tallando ropa en tinas. Lo nuestro, el misterio que nos hacia preguntarnos año con año cómo es que la inocencia de un soldado fue desgarrada a punta de fusil. Era, como el norte lo es, una historia donde la credibilidad del gobierno siempre se pone en duda y la voz del pueblo la verdad de los hechos, la ley fuga de nuestra imaginación, el lazo umbílical a nuestro pasado.
Ya no, ahora es del Southwest, del imigrante —
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