A los tijuanenses se nos tiene en muy baja estima dentro de la comunidad immigrante procediente del resto del país. Esta crítica es una voz de los del interior del país que se trasladan al norte porque en sus regiones el empleo es escaso, so es una crítica de personas que se siente afortunadas por haber hallado una forma de vivir en Tijuana, llegan ambiciosos pues y lo único que les importa es ganar más que en sus propios lugares. Se dice que somos flojos, que no queremos trabajar. Esto lo digo porque una memoria se me vino a mente de cuando era un joven de sí sólo 18 años, trabajé en una fábrica de esas que te pagan por pieza que hagas, entre más piezas hagas más ganas; es el mismo principio que cuando uno trabaja en los puestos de curiosidades, te pagan por comisión, entre más vendas, más ganas. De hecho uno de los mejores puestos que un tijuanense pueda tener para ganarse la vida en Tijuana es siendo vendedor en la Ave. Revolución, ahí se gana bien sacandole dólares al gabacho por pendejadas como sombreros de teciopelo, sarapes o dioses aztecas alineados en filas al mayore pero eso será material para post en otra ocasión. Joven, ambicioso y una novia pisandome los talones para arranarme con ella, le puse duro al camello. Hacia un resto de piezas que a más de dos tres dejé sorprendidos de mi dexteridad en el labor y fue lo que propició el comentario de que “qué raro, sí es de Tijuanaâ€; fue como un despertar entre sueños, como cuando abres los ojos para sólo caer en las fuerzas gravitacionales de un sopor que induce REM.