Lucia: prefacio

El foco de 100 watts se reflejaba en la ventana como la reina mayor entre miles de gotas de agua que le hací­an competencia para llamarle la atención a Lucia. Eran restos de un nimbo que lucieron majestuosamente por la tarde semisoleada con la blancura digna de ser un cojí­n de seda para el descanso del alma. Mas ya era tarde y la oscuridad empezaba su letárgico avance sobre la ciudad, se tornó hacia sí­ misma y lo único que le acompañaba era el recuerdo del ayer y unos pensamientos que le agradaban bastante; le gustaban esos momentos de soledad. No supó cuándo le dejaron de hablar sus amigos o si fue ella la quién perdio todo contacto con su mundo exterior, no importaba, ahora buscaba su propia compañia, por primera vez se empezó a conocer a sí­ misma.

Salí­a del trabajo directo a su casa, cosa que empezó con un dí­a normal, quizá fue un fin de semana, no recordaba con exactitud pero sí­ que empezó en Semana Santa, entre el bullició de las calles de Madrid vio su oportunidad y se diluyó entre las masas católicas. De primero dejó que el teléfono sonará, tení­a muchos amigos y concluyó que el teléfono debió de haber sonadó así­ de insistente los dí­as que el departamento se quedaba sola sin ella; se defendió y pensó que lo mejor que pudieron concluir sus diversas amistades era que andaba de juerga. La mitad de sus amistades ni se conocí­an los unos a los otros. Al pasó del tiempo el teléfono sonaba por igual pero no lo levantaba, los fines de semana lo desconectaba para no oirló. So se acercó a la ventana y con las yemas de sus dedos empezó a acariciar las gotas de lluvia que escurrí­an con la ayuda del viento por la ventana, el otoño anunciaba un invierno frí­o pensó, y se regresó a su habitación, al calor de su hogar.

Lämna ett svar