La neta el sayo era el más felón del terre cabrón. Y yo el más culón, bueno, al principio por lo menos. Una vez le piché un refín al gíüey, n’ombre, con eso compa, me lo gané al guey. Y lo digo porque una vez me iba a trenzar con un puto de la Zona Norte, de esos gíüeyes de la Millán. Shhhh’ta mano, ya sentía los vergazos encima cabrón, estaba bien maje. Y que el vato se abre por mi joms. Pinche parote bien encabronado ese.
Andaba bien grifo hasta las madres de una yesca de Sinaloa, recien llegada, fresca con olor a chocolate, pegajosa, acá.
Un día antes le había partido en su madre a un buey de la Millán y se dejaron venir dos tres bueyes buscando la revancha, me embarcaron un vato bien mastadonte y cuadrado ese.
Mi jaina fue la que nos encandiló, jajaja, la buey. Estaba bien cuadrado, y que se mete mi compa.
Volaron los vergazos, luego luego, un chingo de sangre aquí y allá y patadas en el suelo.
Cuando vimos que el compa llevaba las de perder que se lanza la raza, n’ombre los 4 putos de la zona salieron bien correteados, acá con botellas volando por la toda la segunda.
Salió caro el paro cabrón, tuve que sacar las kiwas.