Carmen Martí­n Gaite: El cuarto de atrás

Hoy rumbo a casa en tren me vine leyendo el libro de Carmen Martí­n Gaite, El cuarto de atrás (1978), querí­a saber sí­ me podí­a aventar esta novela en las tres horas que dura mi viaje de Estocolmo a mi casa del campo. ¡Alas! Sólo pude leer hasta la página 146 de las 181 que contiene mi libro de la publicadora Destino libro de los llamados pocketbooks.

Dos cosas resaltaron de este libro cuando lo leí­a mientrás a mi lado una pareja me empezaba a caer en la madre con su presencia, una, cómo Gaite pone en escrito lo que realmente no se puede hacer en la vida real y debajo de este rúbrico como un diálogo deja ver las artimañas del cerebro para negociar la realidad de lo cotidiano y la fantasia.

Empezemos por lo primero, me gustó que la relatora del cuento nos lleve a tres lugares esenciales, uno, el de la memoria, sus relatos y cómo estos afectan la vida cotidiana; dos, cómo los sueños de dí­a (daydreams) nos alejan del mundo y tres cómo es que el cerebro negocia la realidad con las fantasias del mundo de morfeo y los esfuerzos de la “realidad” para regresarnos a nuestro lugar.

Lo más interesante de la novela es por supuesto un hombre que llega a la vida de esta mujer escritora y cómo éste hombre le conoce sus más reconditos secretos. Me imagino que se lo imagina todo porque el último párrafo de la novela empieza con un ¡Qué sueño me está entrando! Curiosamente yo ya habí­a leido esta novela anteriormente pero jode, intentad de convenzerme de ello pues sólo un dejo de memoria resaltó aquí­ y allá al repasar las páginas porque hasta el simple hecho de saber que ya la he leido y no acordarme es seña que la primera vez de leerla de seguro no me gustó pero como estaba en mi biblioteca personal de Estocolmo la agarré antes de ir a coger el tren. De hecho no soy de esos que le dan dos tres vueltas a un libro ya que mi memoria es demasiada visual y siempre me acuerdo de los libros que leo pero este …bueno, siempre habrá uno, decí­a ….

Eso es lo sorprendente y lo que descubrí­a leyendo la novela al paso que el tren me iba acercando a mi destino, o sea cómo el hombre de la novela le refutí­a sus ideas, sus nerviosimos, sus sueños y le miraba hasta lo más profundo del alma. El caso es que no se sabe si el hombre existe o no pero eso es lo de menos ya que se puede ver que el hombre actúa aquí­ como una ancla cuya función es traerla del mundo de los sueños. La trae de regreso de los viajes que se avienta en las avenidas de sus memorias; su infancia, su entorno y la muerte de ciertos personajes de importancia como Franco. Sí­, la escritora es española y las memorias son de una España de los cuarenta y el hombre tiene el rol de sacarle preguntas y ella muy feliz, muy a regañadientes a veces, las contesta, recordemos que el proceso de dialogar con ese pasado de España (el Franquismo) es un proceso que aún no se da del todo, o sea los españoles no hablan mucho de ello pero también recordemos que esta novela fue escrita en 1978.

Lo segundo de este tema concierne mucho la escritura en el sentido de que un diálogo con el álter ego (aunque claro, el lado masculino, el animus de Gaite, es más que un extraño en su ser, no deja de causar sorpresa con la que admite a este extraño en su casa como si nada) de nuestro ser serí­a casi imposible sin visualizarlo con letras, o sea, es de mi humilde opinión que uno no podrí­a ponerse a discutir toda una noche con el álter ego así­ nada más por que sí­ en el sentido que se detalla en El cuarto de atrás, o sea uno no puede ponerse a discutir con las voces de nuestra mente como si estuvieren ahí­ de carne y hueso y el cuarto más adecuado para enfrentar/confrontar/dialogar con estos seres ocultos de la mente es siempre más idóneo la imaginación, de hecho esta novela me trajó recuerdos a la novelilla de Unamuno, Niebla, sí­, sé que siempre recurro a esta novela para muchas de mis lecturas pero es la verdad, aquí­ no pasa desapercibido el hecho de que un personaje de la imaginación de Gaite adquiere vida de la nada y va y le reclama algo a la escritora, recordemos que Arturo Pérez hace lo mismo con Unamuno y éste último dijo una vez: Pues bien, este mi Augusto Pérez se me ha vuelto aparecer en sueños, so la similitud entre el uno y el otro es intertextualidad; pues en esencia el hombre de Gaite viene y le reclama por qué no ha terminado cierta novela ….


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