Magonista por life

Recuerda muy bien sus lecciones de historia, como las dos naciones partieron lí­neas polí­ticas a sangre y fuego, mas preferí­a la historia local de su ciudad, porque se le hací­a más relevante ver las fotos aquellas que casi parecian daguerrotypes donde estaban los gringos apostados en San Ysidro. Los gringos miraban la quemazón de Tijuana aquel 9 de Mayo de 1911. Las tropas del anarquista Ricardo Flores Magón, quién desde Los Angeles, California dirijí­a la toma de la ciudad, ordenó al gales Ceryl Ap Rhys Pryce tomar la ciudad de Tijuana, fue cruenta la batalla se cuenta. Se le hací­a curioso ver esos inicios de lo que hoy se denomina como war turism. Tení­a una teorí­a loca, por lo menos a él se le imaginaba así­, que eso fue el inicio del turismo que ha hecho de Tijuana una ciudad famosa. No estaba sin fundamento, después de todo Pryce cobraba una cuota de .25 centavos norteamericanos a los turistas gringos al entrar a Tijuana ya una vez tomada la ciudad. Sí­, aquí­ siempre piensan que somos menos mexicanos, irónico, pensó, que el gobierno Norteamericano utilizara este argumento para elaborar propaganda en contra de los Magonistas, esos que con sus ideas causaron el brote de la guerra civil romantizada ahora como la Revolución Mexicana, y sí­, aquí­ empieza la Revolución, pensar que fue un oaxaca mestizo el que trajó tanto cambio a Tijuana y ahora sus descendientes son echados de la Revu por las patrullas del gobierno fascista y neoporfiriano Panista. Que Zapata ni que Villa, ¡viva Flores Magón! se decí­a los 20 de Noviembre él sólo arriba del Cerro Colorado bajo un silencio inmenso ya que para él no habí­a corridos que glorificaran las hazañas de Magón para celebrar con gusto.

Por igual le causaba una sensación de irrealidad que una ley de sequí­a fuera a impactar tanto las calles que el caminaba a todas horas del dí­a, pues no habí­a hora del dí­a que no supiere como esas avenidas y esas malnombradas y doble anchas carreteras denominadas boulevards se vieren, las conocí­a una por una, por lo menos las del centro. Y pensar, tan grande que es ahora. En retrospectiva no le gustaba nada lo que el centro de la república le imponí­a a su mente, es más, les guardaba un rencor especial. Recordaba muy bien los ensayos que le pedí­an en la preparatoria y como estos fueron rechazados mil y una veces. Su vocabulario no era formal, sus verbos no aparecí­an en el DRAE y sus adjetivos eran denigrados y tachados como lengua de ignorantes. Esa misma lengua que su familia usaba, la que usaba para hablarle a sus amigos a la hora del recreo, no valí­a en la escuela, cuyo suelo era el mismo que le vio nacer, para nada. Rechazado por una entidad que mandaba a todos como ser. Se le vino a la memoria aquella vez que le brincó al profesor, le rechazó tajantemente la calificación otorgada y punto por punto argumento el valor de la lengua de su entorno. Gritó, ya exaltado ante la necedad del profesor de ver lo que él consideraba su lengua tan legitima como la de Madrid, ¡ya nada más falta que nos prohiban hablar como los ingleses le prohibieron a los galeses hacerlo, puro inglés, aquí­ será sólo español de Madrid, ¿verdad?! Se puso bien pedo esa vez y en honor a Ricardo Flores Magón se tatuó una A encirculada en la espalda, cosas de adolecencí­a pensó años más tarde. Siempre ha sido una batalla ser totalmente libre en esta ciudad.

“Bilingíüe desde que nací­â€ se decí­a y procuraba con sinceridad imaginarse ese mundo al que vino a dar, al mundo de las curiosidades mexicanas en Tijuana dedicadas a venderles a los gringos cosas que otros denigraban como lo kitsch de México pero que para él representaban su mundo entero. Sí­, Elvis en black velvet, sí­, los negros en black velvet amandose, los tecólotes de mecate deshilado empapados en aceite quemado, (ahora piensa, vaya si el reciclaje funcionó), los fileros, los sarapes, ajedrezes de onix y demás cosas que formaban su México, rechazado. Se imaginaba los fónemas, los vocablos en el aire, juntandose, formando sólo uno, inglés, español, spanglish, espanglish mientrás le mecian la cuna, ¿cuántas ventas no se hcieron así­? Se le dibujó una sonrisa de malicia entonces, el Boris le habí­a dicho “!está bien pelada gíüey!, nomás diles American Citizen y ahí­ fue, nomás te les quedas de clavo y ahí­ fue, me cae de a madres si no.” La primera vez lo puso nervioso, el migra casi bostezo al escuchar aquellas palabras que le abrieron el mundo de los gíüeros. De morro habí­a vivido antes allá, en Los como la raza le dice a los EEUU. Vio que la mano del migra nada más se movió de ladito indicándole que pasara, ese dí­a el Trolley, el tranví­a local del condado de San Diego fue un viaje mágico y los edificios del down town de San Diego se le figuraron estatuas gigantescas que le recordaron un viaje en avión y como la gente se le hací­a como hormigitas, así­ se sintió al ver los edificios del centro de San Diego. Con el tiempo, y la costumbre, pasaba como perro en su casa, así­ se escuchaba decirse con orgullo, San Diego se le metió al alma.

Su historia vs la historia de ellos, de esos mexicanos que nomás vienen a dejar sus supersticiones aquí­. Nunca pudo creerselas del todo esa idea de que descendí­a del español y el azteca y que la escuela le forzaba creer. Sí­, las imágenes de los libros, fotos de los murales de Diego Rivera se veí­an bonitas, le gustaban los atuendos de los aztecas, pero en Baja California, durante el reinado de los Priistas, grito una vez, ¡nos lavan el coco! Le valio una buena suspención.

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