Admirando las estrellas

Estaba sentado frente al monitor, uno justo como éste, pensó. Sí­, lo recuerdo muy bien, era un Packard Bell, se reiteró a sí­ mismo. Era un momento dí­ficil, se le veí­a extremadamente preocupado por algo, como queriendo sacar una historia de la nada, bueno, por lo menos así­ parecí­a. Hasta tení­a una taza de cafe a un lado que daba señas de haber sido sorbeteado a eso de las 9am y cuyo descenso al descanso fue más rápido que su ascenso de nuevo a la boca, pues lucia una extraña aura de frí­o la pobre taza de barro mexicano. Se veí­a un tanto intelectual de ese modo, pensó. Le asaltó de nuevo la idea, pero ¿cómo? ¿cómo es que las letras le empezaron a fluir?

No tení­a ni la menor pista de como hacer que las palabras formaran frases para inventar algo, pero esa mañana le ganó la curiosidad, pasó a su departamento espartano, querí­a ver cómo.

Ya le habí­a parecido desde muy antes, desde que una vez su telescopio Lumicon para mirar las estrellas se le cayó el tornillo de ajuste de acimut y la mirada fue a dar para la ventana del piso 45 del edifio Studebaker enfrente, lo que vió le interesó. Una sala practicamente vacia, si tan sólo habí­a una mesa redonda de metal y un pequeño monitor, más bien una de esas maquinas que otra gente usa y le llaman portatiles. Sí­, se le dibujo una sonrisa, sí­, se veí­a muy chic eso ahí­, con ese piso de madera y un sólo taburete. Esa noche, cuando el lente ocular del telescopio para mirar estrellas reposo sobre la figura de R, la mente de T sufrió un auge de curiosidad como nunca antes.

Tocó la puerta, R estaba en medio de un proceso creativo y justo cuando le dio el íübergeist sonó: tock, tock, tock, como si el miedo tuviera dedos con huesos capaces de expresar timidez.

Dudó en teclear y seguir en su momento crí­tico para ver quién era, le ganó la curiosidad y corrió hací­a la puerta de madera que estaba a un lado del closet con la ventanita de hierro. Abrió y lo que vió no le gusto, era un hombre que al abrir la boca sólo le alcanzo a ver sus dientes amarillentos justo cuando se dio la media vuelta para correr otra vez a su taburete. T se dio por invitado al tercer vocablo que le salió de su bien preparado ¡Aló!, soy T. Sus zapatos rechinaban con la madera del piso.

Y recordó, al ver de nuevo las estrellas, sí­, eso era se dijo, alzó la mano y la luz de su cara se enrojecio, los labios formaron un rápido y alegre momento de lucidez parecido a la malicia, creyó haber escuchado buahahaha, y hasta se imaginó, por falta de detalles, que se frotaba las manos, pero eso serí­a imposible, se corrigió, porque entonces ¿cómo escribió tanta palabra?

Sí­, eso de escribir suena bastante interesante, mas ya no bajó el telescopio que tení­a al lado de la computadora en su mesa cuadrada, la cual estaba repegada a la ventana más grande del piso 63 del inmueble Vistas Alternas, para ver a R de nuevo, ahora la mirada daba a la tienda Smacks R We, donde los blocs de escribir estaban en especial, y los bolí­grafos, unos llamados Parker, mostraban una tentadora forma de querer ser agarrados con los dedos.

Tomorrow, antes que se acabe la especial se dijo, y contemplo, contemplo sin el telescopio, el vasto universo en que viví­a mientrás le daba el click de apagar a su computadora.

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