Quién lo iba a pensar.

Estuve en medio de la propaganda más grande del mundo y me la tragué toditita: cualquier impulso hací­a la democrací­a era bien visto y alabado como el inicio de un mundo más equitativo. Las gráficas no se hací­an esperar y los mapas de la democracia pintaban los paí­ses ‘libres’.

California late 80’s y early 90’s. La ideologí­a de Reagen era ley y apenas estaba todo tomando sentido en mi vida y las cuestiones de relaciones exteriores me apasionaban. Leí­a el New York Times con mucho entusiasmo sobre información que nunca tuve a mi alcanze en México. De repente entendí­ esos ejercicios para en caso de catástrofe a los que eramos sometidos en la escuela Hoover Elementary en Redwood City California, 1973. En aquellos entonces se dejaba escuchar una alarma altisonante de repente por toda la escuela y las profesoras se apresuraban a cerrar las cortinas de las ventanas de los salones al son del aullante ruido y nos hací­an meternos debajo de la mesas escolares a todos. En esa incomprensión que caracteriza a la niñez, reí­amos todos en ese cuarto año escolar de mi vida alegres y a veces suprimiendo risas por estar encimados los unos de los otros y por estar cerca de las chicas que nos gustaban. Nos preparaban para en caso de un ataque nuclear.

1991. Jean-Bertrand Aristide con su cara angelical me ganó la simpatí­a, y seguí­ con ardor apasionado desde mi seguridad californiana el desenlace que los matutinos presentaban a la población mientrás sorbeteaba mis 7-11 cafes. La democracia por fin se hací­a sentir en Haití­ y yo aplaudí­a los esfuerzos del huerfano que luchaba por un Haití­ mejor. Hoy está siendo acosado y todo indica que demitirá, esta vez no hay apoyo internacional y la corrupción le pisa los talones. Se acabó la aura que los medios internacionales pintaban sobre el Pastor renegado.

1992. En esos dí­as de compresión mundial mis ojos se entusiasmarón cuando Edvard Shevardnadze asumió el poder en lo que los medios de entonces denominarón como una “revolución de terciopelo”. Lo consideré un héroe y moralmente luchaba por él, compartí­ hasta palabras con georgianos en California afuera de las iglesias ortodoxas llevado por mi entusiasmo de que qué bueno que haya por fin llegado la ‘democrací­a’ al poder. Desgraciadamente me tomó más de una decada para comprender lo Maquiavélico que es la función de la geopolí­tica en el orden mundial teniendo como antorcha la luz negra de los EEUU.

2004. Stratfor, Janes, the Agonist. La información me hizo cambiar pero este año logró por fin hacerme más cí­nico de lo creí­a capaz de hacerme. Mis héroes no fueron los grandes catalizadores que creí­a harí­an cambiar sus respectivos paí­ses para el bien de la humanidad. Ahora balanceó mis opiniones sin ese factor creduló de mi parte. Soy más sobrio en mis asesoramientos de los acontecimientos mundiales y mi fe por el bienestar mundial toma en cuenta los hechos maquiavélicos por los que se rige.

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