Yonder Lies It

Diálogos con un omnipresente

¿Por qué una espiritualidad? ¿Por qué hay necesidad de una religión, por qué hay necesidad de alimentar ese órgano intangible que nos pide saciedad y como un adicto sin ese opio sufrimos convulsiones?

Indudablemente la espiritualidad está aquí­ para quedarse, por muy ateo que se sea, la espiritualidad demanda de lo carnal un maná que de no proveerlo las energí­as esas, como rí­o fuera de cauce, se desborda por otros lados causando daños o simplemente un mal rato de nerviosismo. Invariablemente cuando no estoy ensimismado en lo sensual de mi carne me volqueo a lo espiritual.

¿Qué es lo espiritual, este animal sagrado de la humanidad? Es un diálogo. Lo espiritual demanda un diálogo. Otros dirí­an fe, creencia, dirí­an hasta obediencia hací­a una deidad Suprema. Una entidad superior a nosotros, un omnipresente que se las sabe de todas a todas.

Lo espiritual pues entabla una conversación consciente con una realidad invisible. Hay algo (supuestamente) superior a nuestras almas y entabla/demanda un diálogo/monólogo con ese ente. Existe un deseo mayor (ganas) por una reunión, saberse unido con esa entidad. Religión de hecho significa volver a atar, como lazo umbilical.

Según algunos Dios está en le cerebro. Otros adjudican este aspecto del humano a un corto circuito cerebral por así­ decirlo.

Por mi parte no lo niego, mi espiritualidad no sólo me consuela sino que hasta me ata a mí­ cultura. Mi abuelita, esa mujer que tanto influyó en mi vida, me dio varias historias al respecto. Una que se clasificarí­a como leyenda, pero también como propaganda religiosa por hacerme un creyente más fervente: Me contaba la historia de un hombre que estaba enfermo. Este hombre enfermo, me decí­a, padecí­a una enfermedad mortal, los doctores le dieron como seis meses de vida. Mas todas las mañanas se levantaba diciendo ”Gracias Dios mio por darme otro dí­a más de vida”. Y nunca se morí­a, hasta que un dí­a lo atropellaron. Cuando le hicieron la autopsia, se percataron que ese hombre debió de haberse muerto hace más de treinta años atrás. Esa era la lección de la fe, concretamente en la fe al dios judí­o.

Mas ya rehúso atarme a la creencia judeocristiana. Mas eso no quiere decir que estoy liberado de ella. Cuando los temores me entran saco a un Jesucristo de mi boca, soy de esos que la biblia dice Dios arrojará al infierno por ser tibios (ver Apoc. 3:16). Mi espiritualidad pues no esta del todo deslindada de la biblia y ni creo que jamás lo este. Mas por eso no quiere decir que el diálogo espiritual que conllevo con esa entidad suprema que sé existe se equipare con la deidad judí­a.

Hay algo, y ese algo es consolable y es consolable saberse comprendido sin temor a dar a un infierno. Me llevo muchos años llegar al estado espiritual en el que me encuentro hoy, sin esas dogmas morales que rigen la vida del ser Occidental pero que aún así­ me guí­an de alguna manera u otra.

La espiritualidad es cosa privada, no pública y que está en constante desarrollo, siempre progresando, retrocediendo, confortando, negociando sus términos


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