Debo de confesar que todo empezó justo en Tijuana por la calle séptima, una cuadra antes de llegar a la hoy extinta y ya parte de la memoria colectiva Tijuanense, La Ocho. De por cierto, para los que no saben, en Tijuana existe la maldición de lo efímero, nada dura más de 30 años con presencia física en esa ciudad, bueno, quizá exagere, pero las estructuras citadinas duran poco, en fin, ¿’on iba?
Oh sí, empezó en mis días Punk, me corté el bigote. Seríanse mis 17, 18 años u algo así, pero la presión social fue demasiada, así que andaba con un mohawk y mi bigote. Mi compa de aquel entonces de esos desmadres me dijó que por qué no mejor me quedé lampiño, me miraba más radical.
El pelo en la la raza mexicana, por lo menos esos que yo conozco, y esos son los mexicanos conque yo crecí, lo velludo es esencia que marca la masculinidad, el vello en un hombre es bien visto, por eso el adjetivo lampiño tiene tintes negativos casi equivalente a la impotencia.
Tengo años que no me dejo crecer el bigote, la barba nunca me paso y ni me pasara de seguro.
Ese jale empezo allá en Los, trabajaba yo en un Round Pizza, la primera Round Pizza de por cierto, trabajé con los meros dueños de ese negocio y de’on salió la idea esa, traiban sangre rusa y sueca los bueyes, lo sé porque los herederos del congalillo ’on jalaba en el El Camino Real en Menlo Park allá por los early 90’s eran casi de mi camada y cotorreabamos.
Fue cuando sentí la presión, el bigote me hacía sentir demasiadamente mexicano, y es que mi bigote es de pelo lacio, y me crece estilo Zapata, así que ya sabran, queriendola hacer de gabacho cedí ante la presión, me corté el bigote allá por el 1990 y desde entonces no me lo he dejado crecer. Las razones por la cual lo hice, en retrospectiva, fueron dos, sí, quería hacerme pasar por gringo, estaba ilegal y la otra por cuestiones de inferioridad y vergíüenza de ser visto como Mexicano, simplemente era mas fácil parecer un nativo y esconder mi complejo tras mis facciones lampiñas.
Curiosamente aquí en Suecia ocurre algo similar con mi pelo, no me lo dejo crecer porque mi pelo negro y largo no conformoría a esa identidad perteneciente a la sociedad sueca. Mi melena, la cual tengo mas de 18 años sin dejar crecer sería rara aquí en Suecia, me incomforma estar greñudo y me hace sentir más extranjero de lo que de por si ya soy.
Que loco, quién iba pensar que un aspecto biológico y natural como el crecimiento del pelo en mi persona fuera un subibajas de autoestima en mi vida, pero así es y sin duda hasta marcado y cicatrizado estoy ya por eso, pero así es la vida, en proceso del rasuramiento también rasuré más que pelo y gané una nueva perspectiva diferente, como quien dice tuve que cortar mi pelo bajo las demandas de otras sociedades para ver sin pelos la mia.