Desde que llegue a Suecia mi vida se encontró con un animal que mis hermanos del continente Norte Americano se referian como al caballo de hierro. Es mi medio de transporte para desplazarme entre punto A y punto B en esta vida, aquí­ en Sverige, (es-ve-ri-lle) como se llama el paí­s en su propia lengua.

Siempre me da curiosidad, como, por ejemplo, la estación implica un punto de suspención en el tiempo. Estación, es un sinonimo de ancla, puerto. Aquí­ el tiempo rifa de otra manera, se ve, como el aceite con su lento deslizaje, dejandose cubrir de mugre, polvo, avanza con su imagen que causa desprecio, el moho del fierro, la pintura descarapelada, indican un paso de un algo que deja huellas indiscretas que facilmente, el ojo inexperto tacharí­a como descuido por parte del conserje de mantenimiento, el polvo, que como telaraña, collecciona el paso del aire todos los dí­as, deja entrever el paso del tiempo en su descarada superficie.

Aquí­ un momento puede estar lleno de gente, traicionando una realidad falsa, aquí­, millares de bienvenidas y despedidas se han dado, cada hora hay quién ejercita este ritual de ida y venida. Aquí­, fieles, esperan con sus ansí­as, la gente, su momento de gloria, es un lugar que da para mucho, muchas emociones, alegrí­as, tristezas, argíüendes y soledades, hay despedidas de todos tipos, al dos por uno, a veces hasta de segunda mano te encuentras unas gangas, y por un segundo eres recibido por equivocación al mí­nimo precio de parecerte a algo que no eres o por el simple hecho de llenar los requisitos de una expectación.

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