¡Cacahuates!
¡Garapiñados!
¡Paletas Heladas!
– Oiga, ¿va pa’ la Indepe?
– Sí.
El ruido del motor de la burra contribuye al ruidaje común y cotidiano de la aventurilla. Los asientos, si están limpios es que alguien ya se había sentado allí o dependiendo de la ruta del bus, polvosos, algunos con las formas de las caderas del pasajero anterior que estuvo sentado ahí aún bien dibujadas.
– Oye, ¿Me das chance?
– Orale pues, pero rápido …
– Damas y caballeros, disculpen las molestias, pero es que mi condición física no me permite ganarme la vida de otro modo más que venir a rogarles por un poco de su amable atención. Es la única manera de ganarme la vida decentemente ya que esto es mejor que andar robando. Espero y que con estas canciones logre conmoverles el corazón, y hay lo que sea su voluntad será muy agradecido.
El joven canta, con su guitarra, canciones populares, algunas en inglés, los pasajeros, algunos oyendo, otros riéndose de sus platicas y otros amenamente discutiendo problemas al aire libre. Las famosas burras de Tijuana, siempre son ruidosas, no así las calafias donde el pequeño interior del vehículo no da para mucho y la gente esta obligada no sólo a soportar el humor de la gente si no que hasta los codos de los otros y las miradas de los pasajeros.
Aquí en Suecia es otra historia. Los buses suelen ser algo así como una versión del 3 estrellas, bien alfombraditos y con sillones para el viaje, bien arregladitos y cómodos para la partida. Aire acondicionado no falta en días calurosos y claro, calentón para esos días de invierno. La gente paga su boleto y lo sorprendente para un hispano no es la limpieza y el cuidado del bus si no el el silencio abrumador que cunde dentro su interior. La gente aunque se conozca rara vez va platicando y la seriedad se les dibuja en los rostros, no suele haber ni una sola mueca que se ria al verte, si a lo mucho un hej! hej! La gente se sube y derechito a su asiento, todo mundo callado y si a lo mucho el conductor lleva el radio prendido a un volumen bajo que por el silencio todos alcanzan escuchar. Tampoco es un medio de transporte muy usado, si a lo mucho en días escolares es cuando andan medio llenos. Curiosamente, los que uno pensaría serían los escandalosos, los jóvenes pues, también participan en este silencioso ritual del abismo sin ruido. No sé porque los suecos aman tanta la privacidad de sus entornos, sin que nadie los moleste ni molestarse en ver quién es el que sube. A mi no me gusta, mil veces prefiero un ruidaje, un cantante, que un silencioso viaje a mi destino.